La favorita es Keiko Fujimori, hija del ex presidente, hoy detenido. Pero no alcanzará para evitar la segunda vuelta, donde definirá ante un liberal o una socialista.
Keiko Fujimori y uno, o una, más. Esa es la cuestión en las elecciones presidenciales de mañana en Perú, la cuarta consecutiva desde el fin del régimen fujimorista en el 2000, un hecho inédito en la historia del país. Nadie duda de que la hija del ex presidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad, será quien se imponga en esta primera vuelta. Pero la atención deberá estar centrada en quién la acompañará en el seguro balotaje del 5 de junio, ya que la candidata de Fuerza Popular no alcanzaría el 50% de los votos necesarios para imponerse en este primer turno.
La campaña se acabó y atrás quedaron las impugnaciones de candidatos y las renuncias, que dejaron en 10 a los aspirantes, de los 19 que en enero arrancaron la campaña electoral: dos de los favoritos para disputar con Keiko el balotaje, el economista Julio Guzmán y el empresario César Acuña, fueron apartados por la justicia electoral y así quedó despejado el camino para que dos candidatos que aprecían relegados tomaran nuevo impulso.
Por eso, la batalla por el segundo lugar es encarnizada. Y la diferencia es tan estrecha que las encuestadoras no se animan a arriesgar un pronóstico, más allá de los números que manejan, amparadas en el maregen de error.
Esa pelea por acompañar a Keiko en el balotaje es tanto generacional como ideológica: de un lado, un liberal de centroderecha, exponente de la aristocracia blanca de Lima, Pedro Pablo Kuczynski, de 77 años. Del otro, la candidata del izquierdista Frente Amplio, Verónika Mendoza, nacida en la combativa Cusco hace 35 años, sicóloga egresada de la Universidad de París VII y con un máster en Ciencias Sociales de la Soborna Nueva.
De las cuatro encuestadores que el viernes presentaron sus números a la prensa extranjera (en Perú están prohibidas en la última semana), tres ubican a Kuczynski por encima de Mendoza, con márgenes que van del 0,2% de diferencia al 4%. Otra, Datum, es la única que tiene a Verónika por encima de PPK, por un 0,5% de votos válidos.
“Lo que no podemos medir es si el crecimiento que tuvo Mendoza en el último mes, cuando trepó unos 15 puntos, llegó a su techo y se estancó. Y si PPK se recupera, luego de haber frenado su crecimiento”, dice a Clarín Hernán Chaparro, director de la consultura GFK, que lo tiene al aspirante liberal 4 puntos por encima de Mendoza, pero siempre dentro del margen de error.
Verónika Mendoza aún no había nacido en julio de 1980 (lo haría seis meses después), cuando Pedro Pablo Kuczynski era nombrado ministro de Energía y Minas por el presidente Fernando Belaúde Terry.
Y esa enorme diferencia generacional también se traslada a lo político. Mientras PPK es un fiel exponente de la economía de mercado, Mendoza se ha instalado con fuerza cuestionando ese modelo miediante el cual el país creció a un promedio de 5% anual en la última década, pero que, como coinciden casi todos, no ha logrado distribuir con equidad esa riqueza.
También lo sabe el postulante del PPK, que fue parte del “boom” como ministro de Hacienda y presidente del Consejo de Ministros en la presidencia de Alejandro Toledo (2001-2006). Y sabe, también, que sin un rol más activo del Estado los próximos años serán complejos: para 2016, el crecimiento del PBI rondará el 3%, muy por debajo de los años anteriores.
Fresca y descontracturada, Verónika se benefició con la exclusión de Guzmán, un economista y empresario joven que representaba la idea del “cambio” en la política, un valor que los peruanos buscan, sin éxito, en cada elección presidencial.
Representante de una izquierda clásica, Mendoza avanzó explotando una imagen de decencia y honestidad, prometiendo profundos cambios económicos, una mayor presencia del Estado, sobre todo en un tema sensible en el Perú de la sierra andina, en donde se asienta parte de su base electoral: la extracción minera y el cuidado del medio ambiente.
Al igual que con Ollanta Humala en la presidenciales de 2006, Mendoza fue atacada por sus supuestos vínculos con el chavismo en Venezuela, una mención que en este país provoca urticaria. No era para menos. Llegó a acusar de golpista a la oposición venezolana, aunque luego se rectificó. Y más de una vez tuvo que aclarar que su “modelo” no tiene nada que ver con el venezolano: no habrá control de precios, ni de cambio, se respetará la propiedad privada, con un Estado más fuerte que impulsará y protegerá la inversión nacional y extranjera.
Mientras tanto, Keiko Fujimori mira desde arriba. Con una intención de voto que va del 35 al 40%, su campaña tampoco fue un lecho de rosas. Sobre todo en la última semana, cuando el martes 5 una multitud marchó en esta capital y en otras ciudades del país para repudiar el autogolpe de Estado de su padre, en 1992, y para decirle a ella que “no pasará”.
Y esa es, como en 2011 cuando fue derrotada por Humala, su encrucijada. En un balotaje, aflorará con más fuerza el arraigado antifujimorismo de gran parte de este país. Y deberá lidiar con eso, sea frente a PPK o frente a Verónika.