La desesperada búsqueda de un joven riocuartense en Ecuador desnuda las falencias y las desatenciones de quienes deberían ayudar. Por Vanina Cacace
«Mi hijo no aparece, tengo miedo porque después del terremoto en Ecuador no se comunicó más. Tengo sólo 10 pesos en el monedero y hasta ahora la única que me atendió fue Rosa. Hablé con políticos pero me ponen excusas, no se nada de mi Lauti»
Es Claudia Lopez, mamá de Lautaro Mauri, quien se fue a Ecuador como mochilero y hasta hoy nada se sabe de él. Su rostro recorre las redes sociales y las tapas de los portales, pero hasta que Rosa no se ocupó, Claudia estaba sola con su angustia por Lautaro.
Rosa es la mamá de Nicolás Sabena. La desaparición de su hijo la llevó a convertirse en abogada y ahora en sostén de estas madres sumergidas en la angustia de no saber del destino de sus hijos. Sostén no solo emocional, sino puramente ejecutivo en la busqueda.
-¿Por qué, Rosa?, le pregunté
-Porque en cada chico lo veo a Nicolás, respondió visiblemente emocionada.
Las observo. Están sentadas a la mesa del Living del noticiero. Claudia parece estar más tranquila mientras Rosa reclama acciones concretas de los que tienen en sus manos la posibilidad de buscar a Lautaro.
Son mujeres que parecen muy frágiles. Me pregunto de dónde viene esa fuerza sobrenatural que transforma a una y contagia a la otra…y comienza la lucha que moviliza a los que antes cerraron puertas.
Las miro y pasan por mi mente los rostros de Mercedes Murúa y Claudia Herrera, a quienes la ruta que atraviesa la localidad de Holmberg les arrancó a sus hijos. Esta semana estuvieron también en el living de TD. Piden justicia y obras para proteger la vida de otros.
Escucharlas da fuerza. Una fuerza que contagia y desnuda, que deja en carne viva las falencias. Es fuerza que pasa factura.