«Como en el Pedro Navaja de Blades, aunque haya ruido, nadie saldrá, no habrá curiosos, ni preguntas. Es la muerte del eco de motocicletas, el sonido brusco de un tambor de 22 y sirenas lejanas. El crimen que recuerda a sus mártires sobre paredes gastadas, con leyendas de memoria y promesas de venganza…»
Opinión (*)
“Se van a escandalizar cuando los tiros se escuchen en el centro” La frase retumbó en el despacho elegante de un letrado con apellido de clase, un lugar donde la muerte violenta se valora desde una mirada judicial ó social, según la ubicación geográfica de la escena del crimen. Si la víctima se desploma en la marginalidad del barrio fatigoso de pobreza será un ajuste de cuentas, la crónica breve de una muerte anticipada. El resto se definirá en la severidad de los estrados judiciales. La muerte en el barrio olvida las causas para reducir el análisis a sus consecuencias legales. El Código de Faltas los segrega en vida y el Código Penal los juzga por sus muertes. Como en el Pedro Navaja de Blades, aunque haya ruido, nadie saldrá, no habrá curiosos, ni preguntas. Es la muerte del eco de motocicletas, el sonido brusco de un tambor de 22 y sirenas lejanas. El crimen que recuerda a sus mártires sobre paredes gastadas, con leyendas de memoria y promesas de venganza.
El disparo que franqueó el corazón de Jesùs Funes frente a la ostentación de la galería comercial, a cinco cuadras de la plaza y en plena tarde de domingo, se escuchó diferente. Las carpas de la heladería que intentaban ocultar el cuerpo moribundo del joven de 25 años ilustraban un contexto que completaban decenas de policías y curiosos al paso. Los hinchas que caminaban con ritmo festivo al Ciudad de Río Cuarto se preguntaban por el alboroto y buscaban en sus celulares alguna noticia esclarecedora. Los primeros datos daban cuenta de un homicidio en plena calle. “Parece que mataron a un trapito”, dijeron.
Con el transcurso de la tarde, la muerte estuvo en boca de todos. A Jesús lo habían ultimado dos hombres en motocicleta por un “ajuste de cuentas”. El joven que sobrevivía “de la moneda” tenía “antecedentes penales”, hubo una pelea y los sospechosos están identificados. La detención es cuestión de horas. Que actúe la Justicia. Punto. Resuelto el debate judicial, la historia de Jesús pareció esfumarse en su muerte. “Si naciste pa’ martillo del cielo te caen los clavos…”, cantaba Blades.
A diferencia de otros crímenes recientes, quienes olvidaron la muerte de los pibes en los barrios ahora piden seguridad. En el café humeante del lunes la preocupación fue la zona del conflicto. “Ché, se tirotean en pleno centro, ya Río Cuarto no es lo que era”. La geografía urbana ganó en importancia. Las víctimas son las mismas, pero la escena del crimen despertó el alerta de quienes preferían obviar las sirenas lejanas. En el barrio quedó la exclusión, el consumo de drogas adolescente, la pobreza marginal, el olvido social y sobre todo, la desigualdad. Pero Jesús yacía muerto sobre una vereda del centro y los disparos se escucharon desde los autos modernos y los negocios de moda. Lo que antes se desvanecía como una presunta obviedad, ahora se expresaba como una preocupación demasiado cercana. Y la muerte, un sobreentendido más.
* Por Pablo Callejón