Estiman que el área de riego en Argentina podría ser triplicada

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Un importante estudio público-privado presentado hace pocos días asegura que la Argentina puede triplicar el área con riego, que en la actualidad es de 2 millones de hectáreas. Es una enorme oportunidad para multiplicar la producción.
El área irrigada en Argentina podría crecer a seis millones de hectáreas.

riego

Argentina tiene el potencial para regar 6,2 millones de hectáreas productivas. Esta proyección surge de un trabajo realizado conjuntamente por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y la Unidad para el Cambio Rural (UCAR) del Ministerio de Agricultura, con la participación de distintas organizaciones públicas y privadas del país.

Las conclusiones del estudio “Potencial de ampliación de riego en Argentina”, fueron expuestas en la Jornada Internacional de Uso del Agua con Fines Productivos realizada en Mendoza, recientemente.

“El trabajo reunió la masa crítica de investigación y es el estudio más importante que existe hasta el momento en la Argentina sobre el tema del riego, fundamentalmente centrado en la expansión de nuevas áreas para poder continuar creciendo como país productor y abastecedor de alimentos a un mundo que los está demandando”, explicó Jorge Neme, coordinador ejecutivo de la UCAR.

Actualmente, en el país se riegan 2,1 millones de hectáreas, a partir de fuentes superficiales y subterráneas, apenas un 5% del área cultivada. A pesar de su baja eficiencia relativa, esa superficie genera alrededor de un 13% del valor de la producción agrícola del país. Pero es posible ir por más.

Para determinar el potencial de irrigación fue necesario buscar mucha información dispersa y generar la faltante. Los datos sobre superficie agrícola regada actualmente, sistemas de riego, disponibilidad y calidad de agua, usos y tipos de suelo, cultivos, rendimientos, costos, precios, mercados, infraestructura, energía disponible, resultados económicos, nivel de organización, tenencia de la tierra, marcos normativos, entre otras variables, se compilaron y consolidaron en un solo documento.

Los resultados iniciales se presentaron a expertos y en base a sus opiniones se hicieron correcciones y ajustes. Finamente, se redactó el documento final con la participación del INA, el INTA, universidades, el sector privado y organizaciones de productores como Aapresid, CREA y Maizar.

“Luego de analizar las áreas regadas existentes y todas las variables a tener en cuenta en un proyecto de riego, la conclusión es que en Argentina, con la disponibilidad de recursos y en condiciones viables desde el punto de vista económico, en la actualidad la superficie irrigada se podría ampliar a 6,2 millones de hectáreas”, aseguró Luis Loyola, oficial del proyecto de la FAO, es decir, el triple de la superficie que se riega en este momento.

Alcanzar esta meta demandaría unos 31.000 millones de dólares, una inversión en tecnología de riego que traería varios beneficios asociados: por un lado, generaría un uso más eficiente del agua, la ampliación del área productiva y el incremento de la productividad, pero, además, sería una medida de adaptación al cambio climático y una herramienta de desarrollo económico a través de la generación de empleo y mayores ingresos.

“Además, contando con riego, el productor podría garantizar la producción, podría planificar y plantear su esquema de rotación, algo muy importante para la conservación de los suelos”, sostuvo Loyola.

Según el estudio, hay 915.000 hectáreas que hoy no se cultivan y que podrían entrar en producción de manera viable. Las mismas se encuentran, en su mayoría, en zonas donde sería necesario incorporar riego integral (durante todo el año). Por caso, en el norte de la Patagonia, Río Negro concentraría el 45% de esas tierras.

Existen, sin embargo, algunas limitaciones para alcanzar el potencial señalado, en cuestiones relacionadas con la capacitación, la información disponible, la institucionalidad, los recursos económicos, los factores político-culturales, el ordenamiento territorial, la degradación de tierras y la salinidad, entre otras.

“El setenta por ciento de nuestro territorio es árido o semiárido con potencial productivo, siempre y cuando en esos territorios podamos ejecutar políticas públicas con respecto a los recursos humanos e infraestructura”, afirmó Neme.

No obstante, como indicó Loyola, “el riego no depende solamente de la infraestructura sino también de temas como el buen manejo, la capacitación, el fortalecimiento de las instituciones y los usuarios; los productores no se crean ni se inventan por tirar agua a los campos”.

Si bien se trata de procesos largos, que implican fuertes inversiones, en el contexto de cambio climático y creciente demanda de alimentos, generar políticas públicas y mecanismos orientados a mitigar los impactos de los déficits y excesos de agua sobre la producción, favoreciendo el desarrollo sostenible y estratégico, resultará fundamental. El potencial está.

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