Gabriel Bilarik tenía 15 años y jugaba en las inferiores de Huracán cuando cayó en el mundo de las drogas y perdió lo que había conseguido en su corta vida. Tres años después, vino a vivir a Río Cuarto, donde volvió al fútbol, es uno de los abanderados de su escuela y junto a su padre trabaja intensamente para alejar a los chicos de las calles, a través del deporte.
Ademas, será el único argentino que viajará junto a la organización Atletas de Cristo al Reino Unido para contar su experiencia y dar charlas sobre valores y motivación, en el marco del Mundial de Rugby.
«TODOS MERECEMOS UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD»