A 12 meses de la muerte del histórico mandamás de la AFA, un análisis sobre lo que vino después del mandato del recordado inventor de la frase «todo pasa».
Hace un año exacto hoy el corazón de Julio Humberto Grondona decía basta. En la madrugada del 30 de julio de 2014, pocos días después de que Argentina se coronara subcampeón mundial, el entonces presidente de la AFA se sintió mal y poco antes de las 13 todos los portales de noticias, las pantallas y las radios del país confirmaban la muerte del eterno titular afista.
Hacía 35 años, desde 1979, que era la máxima autoridad del fútbol argentino y, firme en su cargo, había sido testigo, por ejemplo, de los gobiernos de facto de Jorge Rafael Videla y sucesores y de los presidentes democráticos desde Raúl Ricardo Alfonsín hasta Cristian Kirchner. Su frase de cabecera, aquella polémica “Todo pasa”, lo acompañó hasta un par de años antes de su muerte, cuando en 2012 decidió sacarse el anillo con ese sello porque falleció su mujer Nélida, su gran acompañante, quien le produjo un vacío imposible de llenar. Fue su lema de vida, el reflejo fiel de su pensamiento.
Hoy con vos, mañana con el otro, hoy un juramento, mañana una traición. Todo pasa y todos pasan, porque no había resolución o acción del fútbol argentino que se pudiera tomar sin antes pasar por la oficina de Grondona para contar con la correspondiente aprobación del capo.
Quienes lo vieron en sus últimas horas de vida contaron que ese martes, en la habitual reunión del Comité Ejecutivo de la AFA, Don Julio lucía enojado, cansado y preocupado. Estaba molesto porque Alejandro Sabella le había ratificado que no seguiría al frente del seleccionado argentino.
Estaba cansado porque a sus 82 años había vivido el Mundial de Brasil codo a codo junto a las ilusiones del seleccionado albiceleste. Y estaba preocupado, porque los números de la AFA cada vez cerraban menos y debía ir a la Casa Rosada a reclamar una nueva actualización del monto del dinero del Fútbol para Todos.
Grondona manejó la AFA a gusto y placer, con un poder absoluto y con una habilidad que lo llevó a ser imprescindible. Ninguna decisión se tomaba sin el visto bueno del hombre más poderoso del fútbol argentino y sudamericano. Un directivo que llegó a ser vicepresidente de la Fifa y que, muchos aseguran, era más influyente que el mismísimo titular de la Federación Internacional, Joseph Blatter, de quien era su vice con más poder y hombre fuerte de las finanzas del máximo organismo del fútbol mundial.
Su muerte sacudió las entrañas futbolísticas, pero también conmovió al país entero, porque el fallecido era considerado como una de las personas con más influencias de Argentina, un hombre que siempre salía bien parado de todas las situaciones. Bajo su mandato, el fútbol argentino profundizo déficits como el flagelo de la violencia, la desorganización de los calendarios o los problemas económicos de los clubes. Su último legado fue el torneo de 30 clubes que se desarrolla durante este 2015, una aberración que no encuentra similitud en ningún otro país del planeta.
Para bien o para mal, Grondona dejó una marca imborrable en el fútbol argentino, que un año después de su partida no sólo permanece en aquel estado de confusión sino que además todavía no encontró cómo encarará la salida de esta crisis que parece eterna. Recién en octubre de este año habrá elecciones para reemplazar a Luis Segura, quien era el vice en el momento de la muerte de Grondona y con la unanimidad de los clubes asumió la presidencia durante el año de mandato que le restaba a la anterior conducción.
Mientras tanto, el fútbol internacional sigue en un estado de conmoción por las investigaciones encaradas por el FBI por corrupción y debido a las cuales varios dirigentes y empresarios (entre ellos tres argentinos) permanecen presos, en tanto que Blatter ya anunció que dejará su cargo y en febrero del año próximo se elegirá su sucesor.
Y en ese cimbronazo que provocaron las denuncias de la justicia estadounidense el nombre de Julio Humberto Grondona aparece vinculado a coimas pagadas para la organización de torneos y manejos poco claros de los dineros de la Fifa. Sí, el mismo Grondona que hace un año exacto moría, algo que el fútbol argentino, pese a la edad de su presidente, jamás imaginó. Un fútbol que estaba mal entonces y ahora, quizá, esté peor porque aún no encaró la forma de empezar a solucionar sus problemas.