Con ese antecedente fresco en el ánimo y la memoria de ambos, argentinos y paraguayos saldrán al campo de juego del estadio Ester Roa, de Concepción, a partir de las 20.30, bajo el arbitraje del brasileño Sandro Ricci y con la televisación de la TV Pública y DeporTV.
Telam – El seleccionado argentino intentará escalar hoy el último peldaño rumbo a la final de la Copa América, una obsesión para este plantel que quiere colgarse una medalla de campeón después del subcampeonato del mundo alcanzado hace un año en Brasil, pero enfrente tendrá al complicado equipo paraguayo que dirige Ramón Díaz.
Con ese antecedente fresco en el ánimo y la memoria de ambos, argentinos y paraguayos saldrán al campo de juego del estadio Ester Roa, de Concepción, a partir de las 20.30, bajo el arbitraje del brasileño Sandro Ricci y con la televisación de la TV Pública y DeporTV.
Y no será tampoco un dato menor el del árbitro, tanto por el malestar generalizado que generaron tanto el brasileño como varios de sus colegas, como por la particularidad de que Ricci no es bien visto por el campamento argentino.
Es que fue él quien justamente expulsó a Martino en el segundo partido de la fase de grupos frente a Uruguay, cuando el «Tata» ingresó al campo de juego para reclamarle por el juego brusco de los dirigidos por Oscar Tabárez.
Viene sensible el entrenador argentino con los arbitrajes y esto se hizo extensivo al resto del plantel y cuerpo técnico. De hecho, en el anterior partido de cuartos de final ante Colombia fue expulsado por el mexicano Roberto García Orozco el ayudante de campo Jorge Pautasso.
Pero esa animadversión hacia el accionar de los jueces no solamente abarcó al ex defensor de Newell’s, sino que se advirtió en todo el grupo de jugadores y colaboradores, que saltó de sus butacas o se arremolinó en el campo, según el lugar que le tocó ocupar a cada uno, para protestar ante cada sanción aparentemente errónea o ciertas actitudes tendenciosas del árbitro.
Es que Martino está convencido de que existe una violencia premeditada en contra de un equipo argentino al que unánimemente consideran aquí superior al resto de los contendientes y por lo tanto difícil de contener cuando sus estrellas conectan en el cielo verde de abajo.
No hacía falta ser adivino para imaginar la cara que habrá puesto Martino cuando el domingo a la noche la organización dio a conocer el nombre de Ricci, algo que sucedió de manera muy desprolija, ya que inicialmente se había anunciado al ecuatoriano Carlos Vera en su lugar, pero un cuarto de hora después se corrigió, para «deleite» de toda la prensa que está cubriendo el torneo.
Pero la insistencia sobre este tema, casi por encima de lo futbolístico, no es antojadiza ni mucho menos, sino que tiene que ver con los dichos del propio Martino antes de enfrentar a la Colombia de otro argentino como José Pekerman: «En esta Copa América me preocupan más los árbitros que los rivales», advirtió.
Y si justo el que repite al cabo apenas dos partidos es quien lo expulsó, no es difícil pensar que la hipersensibilidad estará a flor de piel cuando hoy empiece a rodar la pelota en la sureña y fría noche de Concepción.
De lo futbolístico, por supuesto, hay mucha tela para cortar, porque todavía están calientes los cuerpos y las mentes después de ese 2 a 2 de hace apenas 15 días que releva de mayores precisiones en el recuerdo pero abre un interesante interrogante para lo que vendrá: ¿se animará Ramón Díaz a jugarle a Argentina desde el arranque como lo hizo en aquel segundo tiempo, o fue un acto ´’in extremis’ ante la inminencia de una derrota catastrófica?
Seguramente ni tanto ni tan poco, porque después de aquel encuentro Paraguay se animó siempre a más, echó por la borda esa especulación vergonzante del primer tiempo y se clasificó con justicia a cuartos de final, desde donde viene de eliminar también merecidamente nada menos que a Brasil, aún cuando fue en tanda de tiros penales y sin Neymar.
Lo de Argentina, en cambio, no ofrece variantes en la previa, ni de nombres ni de propuesta, porque todo sale de memoria.
Después, en la ejecución, cuando los jugadores se mueven y ese 4-2-1-3 inicial se estira hacia el costado o hacia delante, el resultado de la operatoria va inevitablemente a variar. Si es como contra Colombia, con muchos puntos altos y pocos bajos, aunque esto está sujeto a los imponderables lógicos del fútbol, habrá garantías ciertas de que la llegada a la final tendrá una vía de acceso bastante plana.
La otra luz amarilla que se mantiene encendida además de la arbitral, pasa justamente por los nombres de los tres amonestados que tiene el equipo argentino, Lionel Messi, Javier Marcherano y Sergio Agüero, que en caso de ver otra tarjeta del mismo color se estarían perdiendo la hipotética final del sábado en Santiago.
Por el lado de los paraguayos, que anuncian el retorno de los lesionados Néstor Ortigoza y Miguel Samudio, los tres hombres que cuentan con una tarjeta amarilla son Pablo Aguilar, Bruno Valdez y Osvaldo Martínez.
La diferencia de nombres valida el grado de preocupación en una fila y otra, tanto como la incidencia del arbitraje. El que más tiene para ganar, más tiene para perder. Y con esa consigna saldrán a jugar hoy en la helada Concepción del sur chileno.