Hogares unipersonales o monoparentales. Una tendencia creciente que puede impactar en cuerpo y mente si no se crean redes de contención.
Vivir en compañía y desarrollar relaciones íntimas de pareja ha tenido un efecto protector en la evolución del ser humano como especie. Y por múltiples aspectos vinculados con la salud psicofísica: aporta desde un estado de satisfacción emocional, hasta la tranquilidad de tener un rápido auxilio en situaciones de accidente o enfermedad.
Sin embargo, como se han relajado los mandatos sociales y cronológicos que durante siglos han impuesto como único modelo aceptable la vida en pareja –más aún, en matrimonio– crece el fenómeno de los hogares unipersonales y también el de las familias monoparentales. Cuando ese estado se mantiene en el tiempo, ¿tiene impacto en la salud integral de una persona?
“Vivir solo puede ser un factor de riesgo, según cómo se vivencia la soledad. La soledad percibida, sea o no real, es un desencadenante de estrés crónico que afecta la expresión de genes proinflamatorios y antivirales. Estos constituyen factores de riesgo que atentan contra el adecuado desarrollo neuronal”, explica Agustín Ibáñez, director del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias del Instituto de Neurología Cognitiva (LPEN-Ineco), codirector del grupo Nufin e investigador del Conicet. Ibáñez no habla de personas “solas” sino “solitarias” y dice que tienen mayor propensión a desarrollar cuadros psiquiátricos y neurológicos. “La soledad puede incluso a duplicar las chances de desarrollar demencia”, afirma.
Mal acompañados
La contracara positiva no siempre es estar acompañado cuando esa compañía no es satisfactoria. “El cerebro se modifica de la mano de nuestros vínculos, y en particular de la vivencia que ellos producen. Las interacciones sociales inadecuadas, amenazantes o estresantes promueven la toxicidad neuronal y la producción de glóbulos blancos inmaduros”, dice al respecto. “Las relaciones sociales deficitarias acompañadas de ansiedad o depresión pueden promover relaciones estresantes que contribuyen a un círculo vicioso en el desarrollo de patologías. Por ende, lo opuesto no es sólo tener pareja o redes, sino tener parejas y o redes sociales significativas y enriquecedoras de la experiencia subjetiva”, añade.
Sin embargo, como cambiar de estado no depende siempre de la voluntad individual, Ibáñez responde positivamente a la pregunta de si hay estrategias para compensar la falta de compañía en el hogar. “Por ejemplo, el Chicago health, aging, and social relations study mostró que múltiples factores actúan como protectivos: la educación y el nivel socioeconómico son dos factores críticos para atenuar el impacto negativo de la soledad”, describe.
Ibáñez asegura también que el impacto de la soledad se combate evitando el trabajo crónico y estresante e incrementando el tamaño y la calidad de las redes sociales. “Sin embargo –reconoce– los vínculos estables maritales representan el factor protectivo de mayor impacto para combatir la soledad”. Sucede que las relaciones maritales –si están basadas en la confianza– favorecen la intimidad y la comunicación a lo largo de periodos prolongados.
Emergencias
Aunque vivir en familia no garantiza estar acompañado las 24 horas, hacerlo solo tiene un riesgo intrínseco y es la imposibilidad de contar con un auxilio inmediato en momentos de emergencia. En este caso, el riesgo varía en función de la edad y de los recursos económicos, recuerda Norberto Brusa, jefe del Departamento de Cirugía en el Hospital Municipal de Urgencias. Los adultos mayores están en situación de vulnerabilidad, ya que muchas veces no sólo están solos, sino también a cargo de personas de mayor edad.
Carlos Presman, autor del libro Vivir 100 años , apunta que hay diferencia también entre géneros. “Globalmente, la soledad no es buena para la longevidad, pero hay estadísticas españolas que indican que la mujer soltera o viuda vive más años que la mujer casada, mientras que el hombre soltero o viudo vive menos que el hombre casado. Hay que recordar que en Córdoba, según datos censales, la esperanza de vida del hombre es de 73 años, mientras que la de la mujer es de 80 años”, indica.
Esto es, interpreta, porque la mujer tiende a valerse por sí misma más fácilmente que el hombre.
Presman brinda algunas recomendaciones. “Para el adulto mayor es saludable conservar pasiones lo suficientemente fuertes como para que uno no se vuelva para sí mismo, es decir, que implican necesariamente al otro”, apunta. “Está estudiado que tener un sentido de la vida prolonga la existencia 16 años y la calidad de vida se subordina al propósito existencial. En otras palabras: quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo, como dice el neurólogo y psiquiatra Víctor Frankl, en su libro El hombre en busca de sentido ”.
Presman explica que es preciso diferenciar la vida como “biología de la existencia”, de la vida “como seres humanos”. “Uno puede vivir muchos años, pero no tener existencia. La existencia es que uno necesite del otro y alguien necesite de uno. Cuando estamos solos y nadie depende de nosotros, estamos vivos por biología, pero no existencia”, afirma.
El médico recuerda también que hábitos vinculados con la actividad física, como 30 minutos diarios de caminata, también ayudan a sobrellevar la vida sin compañía en el hogar. “Conectarse con el entorno, también incorporando nuevas tecnologías, como chat, whatsapp, redes sociales, acorta la soledad”, afirma.
Indica además que adoptar una mascota es “extremadamente saludable”. “Cuidar a otro, tener a un ser que necesite de uno para vivir da sentido a la existencia”, agrega.
Cuando estar solo en el hogar es un estado permanente, comer y beber tienen otro significado. “Siempre es preferible comer en compañía, por ejemplo en comedores de adultos mayores. Y tampoco se recomienda beber alcohol solo”, concluye Presman.
Salud física y mental
Un estudio publicado en marzo por la revista Perspectives on Psychological Science , y citado por la publicación especializada HealthDay , arroja que el aislamiento social podría ser perjudicial para la salud física –no sólo mental–, y que incluso podría llevar a morir antes.
“No se piensa normalmente en los factores sociales cuando se piensa en la salud”, dijo el coautor del estudio, Timothy B. Smith, profesor en el departamento de psicología de la Universidad de Brigham Young, en Provo, Utah. “Pensamos en las cosas como el ejercicio, la presión arterial y en tomar los medicamentos para el colesterol. Pero resulta que el aislamiento social en realidad es más predictivo de la muerte que cualquiera de esas tres cosas”, añadió.
Fuente La Voz
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