Neuropsiquiatría moderna

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El paciente con alzheimer temprano podrá tomar decisiones sobre su futuro. Una clásica visión de un enfermo de alzheimer, anciano y confinado a una silla de ruedas en un rincón de la sala o un geriátrico, ha cambiado dramáticamente en los últimos cinco años.

TAC

La mejor comprensión de los síntomas, el advenimiento y mejor desarrollo de imágenes del cerebro estructurales, así como la posibilidad de llegar mejor al diagnóstico -aun escasa en disponibilidad y onerosa al momento de conseguir biomarcadores que den una alta especificidad-, permiten la detección cada vez más temprana.
La primera consideración a hacer es que esta enfermedad generalmente se diagnostica cuando un paciente presenta pérdida de memoria, más el agregado de otras dos funciones cognitivas, como atención, lenguaje, capacidad de juicio, y, básicamente, cuando se pierde la independencia para el desarrollo de las actividades de la vida diaria. Esta etapa de la enfermedad es lo que se denomina “demencia”.
La gran diferencia en la presentación clínica es que el paciente con alzheimer temprano es absolutamente consciente de su situación. Un diagnóstico correcto, con el acompañamiento acertado, le permitirá a este paciente a tomar decisiones sobre su presente y su futuro.
Sin embargo, desde hace más de 20 años ha surgido el concepto de daño cognitivo mínimo (DCM). En 1999 se comenzó la primera investigación con medicamentos para este estadio en el cual nuestro grupo participó. El DCM es un cuadro clínico en el cual el paciente sólo presenta cambio de memoria, pero todas las otras funciones están conservadas. Este concepto evolucionó en los últimos 20 años a la idea actual de alzheimer temprano, en el cual el paciente puede tener la enfermedad, pero sin demencia. El paso de los años, que dará lugar a un proceso destructor-neurodegenerativo mayor del cerebro irá dañando las otras funciones cerebrales.

El desafío de la neuropsiquiatría actual es doble
En primer lugar, un gran número de médicos clínicos, incluso neurólogos y psiquiatras, deben aprender las nuevas conceptualizaciones de estos procesos. Eso les permitirá estar alertas a reconocer síntomas tempranísimos y a prestarles la atención necesaria para estudiar a fondo a estos pacientes, generalmente jóvenes, en edad productiva y con responsabilidades familiares sumamente activas. En segundo lugar, los centros especializados y de investigación tenemos el desafío diario de seguir investigando en el desarrollo de tratamientos para intentar frenar la catástrofe cerebral que produce la enfermedad de Alzheimer.

Fuente Instituto Kremer

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