Jamie tenía siete meses de gestación y no sobrevivió al parto. La mamá le pidió a los médicos que se lo dieran. Lo desnudó y se lo puso en el pecho. De repente, el bebé empezó a moverse.
La historia de Kate y David es una de esas que despiertan el poder del amor y la vida, que superan cualquier lógica de razonamientoo explicación científica.
Son una pareja australiana que llevaban años buscando hijos y después de tres años de intentos, ella quedó embarazada de mellizos.
Todo iba bien hasta que se enteraron que iban a nacer prematuros, con siete meses de gestación.
Tras dar a luz, les notificaron que Jamie, el varoncito, no había sobrevivido.
Sumergida en un profundo dolor y tristeza, pidió que se lo dieran. Le quitó la ropita y lo acostó en su pecho para darle calor. De repente, el bebé comenzó a respirar y a mover sus manitos.
La vida no quiso que dejara a su hermana Emily sola. Los padres lloraban de la emoción e, inmediatamente, llamaron a los médicos y enfermeras que no caían del asombro. Había ocurrido un verdadero milagro.
«Nunca los dejamos de tocar desde el momento que llegaron a casa, porque sabíamos lo valioso que era el contacto de piel a piel: fue lo que salvó su vida», cuenta Kate.