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Por Carolina Llobera
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Los expertos dicen que los chicos comen demasiado pan y carnes grasas, y que faltan leche, frutas y verduras.
Más hierro y calcio, y menos grasas y sal. ¿Más simple? Menos cantidad de comida y más calidad en el menú escolar que le ofrecen a los chicos. Eso es lo sugiere el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA) que, con el apoyo de la Universidad de Buenos Aires (UBA), presenta la primera Guía de Autoevaluación de Buenas Prácticas Nutricionales. Se trata de 26 claves para aplicar en comedores escolares, centros de salud y organizaciones civiles, de las cuales 12 están destinadas a testear la alimentación en los colegios.
Los investigadores pusieron el foco en los desayunos y almuerzos que sirven en comedores escolares, y cuestionan cómo está conformado. Aseguran que falta hierro, calcio y vitaminas y sobran harinas, grasas y sodio. Con la nueva guía, que se repartirá en todos los colegios del país, las autoridades de cada institución podrán analizar qué comida le ofrecen a los alumnos y cómo cambiarla.
“El desayuno es pobre en calidad nutricional y se limita a mate cocido con mucho azúcar, muy poca leche (o nada algunos días) y un panificado que puede ser dulce o salado y habitualmente con alta cantidad de grasa”, detalla el médico nutricionista Sergio Britos. “Los almuerzos son monótonos, a base de diferentes formatos de guisos, exceso de salsas de tomate (con mucho sodio) y carnes (no son tan escasas como habitualmente se supone) de cortes grasos”, agrega.
Proponen entonces que los chicos desayunen un vaso de leche con cacao, una opción de yogur, una fruta, y tostadas y galletitas de bajo tenor graso. Y para el almuerzo habría que incorporar verduras y frutas frescas, pastas de sémola, legumbres y carne magra en porciones chicas, fruta como postre y, para beber, sólo agua.
El CEPEA y la Cátedra de Política Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la UBA se enfrentan un gran desafío: mientras en la década del ‘70 y ‘80, y quizás hasta inicios de los ‘90, el “hambre de comida” puede que haya sido “el” problema, hoy lo que demandan los chicos y chicas de bajos recursos es “hambre de calidad”. Esto está directamente relacionado con la partida presupuestaria que destina el Estado a las provincias. Sobre esto Britos, director del programa junto a Agustina Saravi y Nuria Chichizola, plantea un cambio de paradigma: “Hay que ofrecer pocas calorías pero de muy buena calidad en desayunos y almuerzos para lograr una prestación alimentaria saludable”.
“Desde hace dos siglos nos manejamos con el eje de la cantidad, cuando la sociedad demanda calidad. Hay chicos pobres y chicos ricos con sobrepeso. La diferencia entre uno y otro es el acceso a la salud. Asistimos a un tsunami sanitario y si no corregimos el modelo, el sistema de salud no dará abasto: los niños gordos son los obesos del futuro”, anticipa Mónica Katz, médica especialista en nutrición.
La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves en el siglo XXI, según la Organización Mundial de la Salud. Los chicos con sobrepeso tienden a seguir siéndolo en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades como la diabetes y las afecciones cardíacas. Y, de adultos, serán más propensos a desarrollar cáncer.
Sobre este tema nos seguiremos ocupando LA OBESIDAD INFANTIL es un problema actual con consecuencias nefastas en un futuro no muy lejano…