«Pocas veces he advertido sentida preocupación ante la deuda con los excluidos»

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Revelador análisis del padre de Tucho Fernández sobre la crisis por la deuda. Apuntó contra la visión empresaria y analizó el contexto social de la Argentina.

TUCHO FERNANDEZ

Una vez más, nos corresponde insistir en la “deuda social”, deuda de todos nosotros como argentinos. Es una deuda porque Dios nos creó a todos con posibilidades personales para una vida digna y creó el mundo para que todos podamos gozarlo y cuidarlo. La realidad es que la inequidad contradice ese proyecto de amor.
Ante las circunstancias recientes de la deuda externa he escuchado a empresarios, muy preocupados por el futuro financiero del país, decir que a las deudas hay que honrarlas. Sin embargo, pocas veces he advertido la misma sentida preocupación ante la deuda que tenemos con los excluidos de la sociedad, con los descartables o sobrantes, como los llama al Papa Francisco.
Hablar en términos de deuda al mismo tiempo nos permite avanzar hacia lo que nos falta. Desde la UCA queremos aportar elementos de juicio para poder mirar hacia adelante analizando adecuadamente los distintos aspectos de esa deuda pendiente que interesa saldar. En ese marco, nos preocupa poder determinar quiénes son los más afectados y cuáles serían las acciones que permitirían revertir su situación.

Luces y sombras

No dejamos de repetir que, en los últimos diez años, podemos destacar importantes avances en la custodia de los derechos laborales y sociales, la ampliación de la seguridad social, el aumento del presupuesto educativo, científico y tecnológico, y otras ampliaciones de derechos en las que no hay por qué pretender volver atrás. Destacamos especialmente la asignación universal por hijo, que ha provocado un avance importante en la escolarización, lo cual no es poca cosa.
Tampoco proponemos desde este espacio una ausencia de intervención del Estado en materia de derechos sociales, como si los mecanismos de la economía dejados en libertad pudieran por sí solos resolver los problemas de los excluidos. Como dice el Papa, “en el vigente modelo exitista y privatista no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan hacerse camino en la vida”.
Hay programas de transferencia de ingresos que realmente han permitido que la crisis se sintiera menos en los hogares más pobres, donde los niños son los más afectados. Aquí no sostenemos los discursos burgueses y miopes que sostienen que la asignación universal por hijo es para alimentar vagos, o que los pobres no tienen ganas de trabajar, ni nos entretenemos en discursos golpistas.
No obstante, también tenemos que decir, si realmente nos interesan los pobres, que hay un llamado “núcleo duro” de pobreza que se resiste a romperse, y que los planes sociales actuales no pueden terminar de resolver.
Hacen falta otras acciones y otro tipo de políticas a mediano plazo relacionadas particularmente con la generación de empleo.

Hondas motivaciones

En relación con esta deuda social, me cuestionan desde joven tres trozos de la Biblia, tremendamente punzantes, que son el contexto creyente de este empeño. Uno es del profeta Isaías, y dice: “Lo que yo quiero es … partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en tu casa, que cuando veas a alguien desnudo lo cubras, y no escapes de tu semejante. Entonces brotará tu luz como la aurora y rápidamente se curará tu propia herida” (Is 58, 7-8).
Luego hay un texto del Evangelio (cf. Lc 14, 12-14) con una orientación contundente: Propone que cuando des un banquete no invites tanto a los amigos y vecinos ricos, sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a “aquellos que no tienen con qué recompensarte” (Lc 14, 14). El Papa Francisco, refiriéndose a este texto, dijo que “no deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro”.
Y un tercer texto narra cuando San Pablo se acercó a los Apóstoles de Jerusalén para saber “si no corría o había corrido en vano” (Gál. 2, 2). Le dijeron que estaba todo bien, y sólo le pidieron una cosa: “que no se olvidara  de los pobres” (2, 10).
Sepan disculparme un comentario muy personal: En mi pequeño pueblo de Córdoba, solía ir a un barrio pobre a enseñar a leer a chicos que no eran contenidos por la escuela, los fines de semana visitaba ciegos abandonados y les leía historias, e iba a un hospital a sacar a caminar a los ancianos que se estaban anquilosando. Luego, siendo seminarista visitaba cada semana un asentamiento en Grand Bourg, donde había gente en condiciones inhumanas. Toda la vida, encontrarme con los pobres me llenó de dolor pero al mismo tiempo me hizo tanto bien, y por eso he insistido que nuestros alumnos y docentes vayan a dar una mano a las villas.
Entonces, aquí no estamos en una discusión meramente teórica, aunque nuestros informes sean estrictamente científicos. Para mí lo que está detrás de los números significa mucho.
El debate sobre el número de pobres y sobre las metodologías de medición.  En ese sentido, la tasa de pobreza podrá ser unos números más o menos, pero el asunto es que hay millones de pobres a los que no podemos llegar todavía con las actuales políticas, y eso no debemos ni queremos disimularlo.
Lamentablemente, a veces parece que la discusión sobre el porcentaje exacto de pobres pretendiera esconder esta cuestión de fondo sobre el “núcleo duro” de pobreza que requiere de otro tipo de acciones para ser roto.
Con respecto al número de pobres, hubo algunos cuestionamientos que pretenden descalificar los datos de nuestro Observatorio. Nosotros reconocemos algunas de esas indicaciones, que nosotros mismos sostenemos, pero rechazamos con contundencia otras de ellas.
Por ejemplo, aceptamos que nuestra medición es predominantemente monetaria, y que las familias reciben otro tipo de ayudas que no cuantificamos, como la vacunación gratuita, ayudas en materiales escolares, etc. Reconocemos que una medición más completa requeriría de otras metodologías complementarias -sumamente costosas- que no podemos afrontar, y que sí permitirían captar toda la variedad de fuentes de ingresos de los pobres.
De todos modos, también es cierto que nosotros hemos aportado distintas tipificaciones de pobreza con sus correspondientes mediciones, que ayudan a entender mejor el fenómeno. En algunas de esas tipificaciones se advierte un descenso de la pobreza en los últimos años. Por ejemplo, la tasa de indigencia de hogares bajó del 4, 3% de 2010 al 3% de 2013, es decir que bajó casi un 30% en los últimos 4 años. Las necesidades básicas insatisfechas o la inseguridad alimentaria total también descendieron en los últimos años. La tasa de pobreza medida por porcentaje de hogares bajó un punto y se sitúa aproximadamente en el 17%. Pero en los medios sólo ha aparecido el número general de pobreza por porcentaje de individuos (27%), donde estos matices no se advierten.
Por otra parte, hay observaciones a nuestra metodología que son incorrectas y otras realmente burdas. Por ejemplo, se afirma que para nosotros la pobreza actual es la misma que informamos en 2002, cosa totalmente errónea. Basta revisar los distintos informes para advertirlo. Precisamente, un valor de nuestros informes es que los venimos haciendo desde hace 10 años y eso nos da una fantástica posibilidad de comparar años y períodos, y advertimos, desde 2002 hasta ahora una clara mejoría.
En algunas notas críticas se habla de variaciones exageradas en nuestros índices porque comparan los datos de un año sobre el gran Buenos Aires con los datos de otro año en el total nacional. Por supuesto que la comparación resultará ridícula. También es ridículo que afirmen que nosotros tomamos los datos de Cáritas, cosa absurda, porque nos basamos exclusivamente en 5700 encuestas realizadas por profesionales. Semejantes acusaciones sólo parecen estar movidas por la intención de desacreditar una información que duele.
Otra crítica, más atendible pero incorrecta, cuestiona que nos basemos en una canasta básica que aumenta más que la inflación. Es que en realidad eso suele suceder. No miramos la inflación en general porque incluye productos que no entran en la canasta básica, y hay productos de esa canasta que, en las góndolas, pueden subir más que el valor general de la inflación.
Es difícil lidiar con el modo como corre la información. Estos días se publicaba el dato de que al 40% le cuesta cerrar sus cuentas a fin de mes, pero eso no es un porcentaje de pobreza. Que a Susana Giménez le cueste cerrar sus cuentas a fin de mes no significa que sea pobre.

Lo que interesa

Dejemos de lado las mediciones más extremas que se divulgan en nuestro medio, tanto por arriba como por abajo, y si nos situamos en las intermedias, que dan entre un 17 y un 27% de pobreza, lo que sí nos queda claro es que hay alrededor de un 20% de la población que conforma ese “núcleo duro” que no se ha roto, con el cual mantenemos una deuda social grave de la que todos somos responsables: gobierno y oposición, políticos, empresarios, instituciones,  todos. También los medios podrían aportar más en la difusión de buenas prácticas y de propuestas concretas realizables.
Hay entonces acciones y programas pendientes que deberán permitir resolver
de manera más estructural cuestiones no completamente atendidas. Al plantearlo, proponemos una posible línea de trabajo, o una gran política, donde la generación de empleo debería ser un objetivo fundamental. Quiero recordar finalmente que este Barómetro está marcado desde su origen por una perspectiva profundamente humanista. Eso explica que vaya más allá de las necesidades básicas, e indague acerca de cosas que hacen a la integralidad del bienestar humano, como las capacidades relacionales, el estado de ánimo, el disfrute del tiempo libre, la percepción de las propias habilidades, la presencia de proyectos a largo plazo, e incluso la experiencia espiritual. Amamos a los argentinos y nos interesa que vivan bien, y por eso no nos limitamos a ciertas necesidades básicas alimentarias o habitacionales.
Esta vez, nuestra encuesta ha desarrollado también un módulo sobre familia, que haremos público el mes que viene –no lo confundan con una información muy parcial que estuvo saliendo estos días en los medios– y todos los años intentamos ahondar en algún aspecto diferente de la realidad social.
Finalmente, quiero felicitar a los investigadores y becarios que elaboran los informes y cuidan el ODSA con abnegación, entusiasmo, esfuerzo y un profundo sentido social. Y agradezco a todos su presencia en este acto, que de algún modo expresa el apoyo de ustedes, su interés y su sensibilidad social.

Monseñor Víctor Manuel Fernández
Arzobispo Rector de la UCA

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