Investigadores cordobeses detectaron dos nuevos clones de una bacteria multirresistente a antibióticos. Uno de cada 10 pacientes que se internan en un hospital o clínica se infectan con alguna bacteria patógena de las que pululan dentro de estas instituciones.
En Argentina fallecen 17 mil pacientes por esta causa, más del doble de los muertos en accidentes de tránsito.
Estos patógenos son resistentes a diferentes tipos de antibióticos. Se los conoce como superbacterias. Saber al dedillo sus características es clave para salvar vidas y ahorrar dinero, al acertar con la terapia.
Claudia Sola y José Bocco son investigadores del Conicet y la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba.
Su trabajo cambió la terapia empírica para tratar las infecciones hospitalarias producidas por la bacteria Staphylococcus aureus resistente a meticilina (Sarm) en Córdoba y buena parte de América del Sur.
“Está bueno hacer investigación básica de calidad porque se experimenta una sensación difícil de transmitir a alguien que no está en ciencia. Pero si, además de eso, lograste salvar vidas, la sensación es más que reconfortante”, confiesa José.
A pesar de ser una especie, hay diferentes clones de Sarm, los cuales presentan variaciones en su virulencia o en su resistencia a los antibióticos.
“Los estudios anteriores realizados en Argentina, sólo en hospitales de Buenos Aires, habían determinado que el clon que circulaba aquí era el mismo que circulaba en Brasil, el clon brasileño”, explica Claudia.
Pero a principios de este siglo, los investigadores descubrieron un nuevo clon que circulaba en Córdoba. En el mundo ahora se lo conoce como el “clon cordobés”.
“En los primeros estudios locales detectamos que había igual proporción de infecciones con el clon brasileño y este clon que llamamos cordobés porque se descubrió por primera vez aquí”, señala José.
La epidemiología molecular permite obtener la “huella digital” del genoma de las bacterias. Se obtiene una imagen parecida a un código de barras, en donde algunas líneas están encendidas y otras no. Al compararlas, cada clon tiene un código diferente.
Pero había una diferencia más valiosa desde el punto de vista médico. El clon cordobés era sensible a antibióticos que el brasileño resistía.
“El clon brasileño requería el uso casi exclusivo de la vancomicina, antibiótico de uso restringido, alto costo e importantes efectos colaterales”, apunta Claudia.
En cambio, el clon cordobés era sensible a un “menú” amplio de opciones terapéuticas, como cotrimoxazol y sulfametoxazol, efectivos, menos costosos y con menor frecuencia de efectos adversos.
El mejor conocimiento del patógeno y un modo más efectivo de combatirlo permitió salvar muchas vidas y ahorrar valiosos recursos al sistema sanitario. “No lo hemos cuantificado, porque sería un dato estadístico difícil de medir”, aclara José.
El primer artículo científico fue publicado en 2002 en Journal of Clinical Microbiology , una revista de referencia en el tema. Hasta 2007, el clon cordobés tuvo una fuerte presencia en todo el país y gran parte de América del Sur.
El segundo clon
Mientras tanto, en la comunidad circulaba un Staphylococcus aureus sensible a los antibióticos, en especial al grupo vinculado a la penicilina y la meticilina, los betalactámicos.
Sin embargo, en los últimos 10 años comenzaron a surgir en diferentes partes del mundo clones resistentes, Sarm, fuera de los hospitales (en la comunidad) que suelen provocar infecciones graves en pacientes sanos.
“Identificamos un nuevo clon Sarm de la comunidad que surgió simultáneamente en varias provincias en 2001 y se diseminó en todo el país. Infecta especialmente a niños no hospitalizados”, indica Claudia.
El nuevo clon es resistente a los betalactámicos. Otra vez los médicos lograron mejorar los tratamientos gracias al trabajo científico.
Ahora este Sarm de la comunidad también fue detectado en los hospitales y está desplazando a las típicas bacterias hospitalarias.
“Este hallazgo implica que habría nuevas opciones de tratamiento, pero también se deberían evaluar las estrategias para controlar su transmisión en el ámbito hospitalario”, agrega Claudia.
“Afortunadamente, son sensibles a varios antibióticos, pero no sabemos por cuánto tiempo. Además, el problema es que las bacterias comunitarias se dividen más rápido”, precisa José.
Desde el inicio, los científicos recibieron la ayuda de los profesionales de los centros hospitalarios de Córdoba. Ya en 2009, comenzaron a trabajar con el Instituto Malbrán.
Sin legislación
No hay una ley que obligue a las instituciones hospitalarias a realizar un control de infecciones. Los hospitales y las clínicas pueden inscribirse voluntariamente en el programa nacional Vihda.
Fuente La Voz del Interior