Di María convirtió el gol del triunfo, tras una jugada monumental de Messi, en un partido infartante. El equipo de Sabella nunca le encontró la vuelta al partido.
El seleccionado albiceleste se impuso a Suiza en el tiempo suplementario por 1 a 0. Una gran jugada de Messi y la posterior definición del jugador del Real Madrid le posibilitaron al equipo nacional meterse entre los ocho mejores del Mundial.
Argentina, ganador del Grupo F con puntaje ideal, tras vencer a Bosnia (2-1), en Río de Janeiro; Irán (1-0), en Belo Horizonte y Nigeria (3-2), en Porto Alegre, buscará un lugar en semifinales ante el vencedor de la llave que Bélgica y Estados Unidos jugaban a continuación en Salvador.
Lionel Messi, autor de cuatro de los siete goles convertidos por el equipo «albiceleste», fue clave en la jugada que definió el encuentro, tras realizar una estupenda ´apilada´ y habilitar a Di María, que definió con clase ante el casi imbatible Diego Benaglio.
Argentina, que se plantó con un 4-4-2, que mutó en un 4-3-3 cuando atacó, asumió el protagonismo, tuvo la pelota un 60 por ciento del tiempo, pero careció de profundidad, a partir de una línea de volantes muy estática, pero fundamentalmente por el cerrojo defensivo de Suiza, que dispuso un 4-2-3-1 muy conservador.
El equipo de Sabella nunca le encontró la vuelta al partido, ya que -al igual que todo el Mundial- dependió exclusivamente de Messi, que estuvo controlado por una defensa escalonada.
Es que ni Di María por la izquierda ni Ezequiel Lavezzi por derecha (luego intercambiaron posiciones) gravitaron en el juego y Fernando Gago, como en los partidos anteriores, lució impreciso en ese primer pase que Messi necesita para sacarse rivales de encima.
Así, con un Messi anulado por la marca de la línea media suiza, Argentina se quedó sin respuestas futbolísticas para inquietar a Diego Benaglio, sumado a esto el flojo nivel de Gonzalo Higuaín, que sigue sin marcar en el torneo.
De hecho el equipo que dirige el alemán Ottmar Hitzfeld, mediante un par de contraataques, dispuso de dos llegadas claras, tal vez las más peligrosas del los 45 minutos iniciales.
Primero Granit Xhaka (27m.) y después Josip Drmic (38m.) exigieron sendas buenas respuestas de Sergio Romero.
Más allá de eso, el equipo argentino tuvo sus chances, con Lavezzi (28m.), Ezequiel Garay (29m.) y Di María (40m.), pero no fruto de un fútbol fluído.
Argentina, justamente, careció de eso, de un juego vertical para lastimar a una defensa suiza que no dio todas las seguridades, pese a que no fue exigida.
Lo más destacable del conjunto de Sabella fue la presión, donde sobresalieron Javier Mascherano en la mitad de la cancha, y Pablo Zabaleta, Garay y Marcos Rojo en defensa.
Además, el desdoble de Lavezzi, en el medio para defender y bien abierto para atacar (por la preocupación de Sabella por contener el trabajo del mediocampista Xherdan Shaqiri), dio resultado a medias, más en lo defensivo que en lo ofensivo.
Igualmente eso fue muy poco para un seleccionado que, sin dudas, tiene como objetivo el título.
El segundo tiempo fue una continuación del primero en todo sentido, aunque se acentuó el dominio territorial de Argentina, ya que Suiza se replegó todavía más.
A partir de eso, el equipo de Sabella comenzó a inquietar a Benaglio, que estuvo brillante ante un remate Rojo (13m.) y aun mejor frente un cabezazo de Higuaín (16m.).
Luego tampoco pudieron concretar Higuaín (21m.), Messi (22m.) y Rodrigo Palacio (29m.), que reemplazó a un extenuado Lavezzi y el equipo pasó al esquema «madre», el 4-3-3, el que más le gusta al `10`.
A esa altura, el dominio de Argentina era notorio y Suiza cada vez estaba más replegado. Y en ese contexto, Messi tuvo la más clara (32m.), con un remate que volvió a encontrar una estupenda respuesta de Benaglio, la figura de la cancha.
Pero esa supremacía futbolística no se tradujo en el marcador y el partido fue a tiempo suplementario, donde el conjunto de Sabella tuvo varias ocasiones de gol, con sendos cabezazos de Garay (1m.) y Palacio (4m.), pero nuevamente respondió Benaglio.
Sin embargo Argentina, pese a ser superior, perdió el control del balón y mostró algunas grietas defensivas, que no fueron capitalizadas por Suiza, aunque siempre fue más profundo, tan es así que Benaglio le sacó nuevamente el gol a Di María (3m.).
El cotejo, ya con poco brillo, se encaminaba hacia la definición con tiros desde el punto penal, hasta que Messi frotó la lámpara, habilitó a Di María, quien con un gol «angelical» hizo explotar a los 30 mil argentinos que hicieron sentir local al seleccionado de Sabella.
Así, Argentina ratificó la paternidad sobre Suiza, rival con el que nunca perdió y al que le ganó cinco de los siete partidos que jugó, pero que estuvo cerca del empate sobre el final con un cabezazo de Blerim Dzemaili que dio en el palo. Pero eso forma parte de la historia.