El campeón supermosca retuvo la corona ante el mexicano Antonio García, un retador de muy bajo nivel.
Omar Narváez es un pequeño gigante del deporte, bordea los 39 años, y sigue dando cátedra en los rings de este país. Es unsabelotodo del boxeo. Y esta madrugada, volvió a reescribir su historia, con el triunfo por nocaut en el cuarto asalto ante el ignoto AntonioTostado García, un retador mexicano que, a decir verdad, no estuvo a la altura.
Nunca un golpe de más, ni uno de menos. Nunca un paso en falso, ni una mano que le entre. Es infalible el Huracán de Trelew, arrollador como su apodo. Narváez invita a verlo boxear. Por su estilo. Por su clase. El que no invitó al espectáculo fue el rival. Otra vez, lamentablemente, a Narváez le pusieron un retador de relleno, sin ningún pergamino, ni profesionalidad. La pelea fue por título mundial. Y Narváez sumó su décima defensa del cetro supermosca de la Organización Mundial de Boxeo. Pero Narváez, aún perdiendo, hubiese retenido la corona porque García no había dado el peso en la balanza, como lo exige el reglamento.
Y si Narváez llegaba a perder, ¿por qué el título no hubiera quedaba vacante? ¿Cómo se explica esta desprolijidad de la OMB? Incomprensible. Según el veedor, Rolando Hermoso, “la pelea fue por título porque el retador quedó con un peso que cumple el límite de tolerancia. Si el retador hubiera pasado ese límite, que es dos libras, o un kilo, entonces definitivamente no había combate porque hubiera superado ese límite de tolerancia. Son las reglas…” Narváez cumplió con el trámite y destrozó al mexicano, 18 años menor que el campeón. Arrancó de menor a mayor. Y después de haber ganado los primeros tres asaltos, el Huracán liquidó el pleito con una mano mortífera, una izquierda con efecto retardado a la zona hepática, esos ganchos al hígado que te extirpan el aire. Logró el nocaut número 23 de su carrera, sobre un total de 44 peleas.