La noche llegó en plena siesta, con un cielo amenazador, oscuro. A las 14,15, el viento huracanado de hasta 154 kilómetros por hora le siguió la piedra y la ciudad quedó envuelta en solo 20 minutos una nube de polvo con consecuencias devastadoras. Cuando volvió la calma, se advirtieron las voladuras de techos, caídas de árboles, el desplome de postes de luz y telefonía, los vehículos que quedaron debajo de las ramas y la conmoción de quienes lo perdieron todo en los barrios más humildes de la ciudad.
El intendente Juan Jure convocó a un comité de emergencia en la Municipalidad y hubo un pedido urgente para evitar que los vecinos volvieran a las calles. El propio mandatario calificó el temporal como devastador.
Horas después, se resolvió la total inactividad en los ámbitos públicos y privados hasta el mediodía del lunes para permitir que las cuadrillas de rescate y operativas del municipio, Defensa Civil, EPEC, Bomberos y la Policía pudieran despejar la ciudad de sus detrozos.
Los vientos huracanados afectaron de punta a punta a Río Cuarto. Sobre las rutas de acceso se convirtió en una postal habitual la rotura de vidrios, los techos de chapas desplomados y cuantiosos detrozos en el interior y la periferia de los locales comerciales.
En la ciudad, cada barrio presentaba las cicatrices que dejó el fenómeno meteorológico. Las calles, en muchos sectores, aparecían intransitables con los árboles sobre el asfalto, en una carrera de obstáculos sin final previsible.
Las secuelas más dolorosas se vivieron en los asentamientos sobre la costa del río Cuarto, donde decenas de familias lo perdideron todo. Paredes y techos que cayeron en un efecto dominó que el viento decidió caprichosamente.
Los puestos de evacuación debieron conformarse rápidamente para dar contención, tras una jornada que quedará por siempre en la memoria colectiva de los riocuartenses.