Trabajaron desde el primer momento en que la furia del viento huracanado, con ráfagas que superaron los 150 kilómetros por hora, comenzaron a desplomar la débil resistencia de más de 40 viviendas. En un efecto dominó, el fenómeno meteorológico se apropiaba de decenas de historias de vida que padecieron las consecuencias del temporal.
A las cuadrillas del municipio, Defensa Civil, EMOS, Bomberos y EPEC se sumaron los agentes solidarios de a pie, quienes protagonizaron 24 horas de una gesta que solo se mide en agradecimiento.
«Muchas voladuras de chapas, las casas todas mojadas, los colchones que se perdieron… La gente necesitaba ayuda y esa fue nuestra misión», afirmó Yanina Aguirre, de Niñez y Adolescencia.
Por su parte, Graciela Correa, vecinalista de barrio Jardín, recordó que salieron a realizar un relevamiento y se encontraron «con un cuadro crítico».
«Los árboles se estaban cayendo encima de los techos y con el tractor intentamos sacarlos», afirmó.
Ana María Díaz, responsable del comedor Rinconcíto del Amor, admitió que estaban sin luz y agua cuando debieron asistir a familias humildes de Oncativo.
«Conseguimos alimentos y duplicamos la vianda, algo de agua quedaba en el tanque y nos pusimos a asistir», precisó la mujer.
Desde la subsecretaría de Promoción Social resaltaron que fue necesario jerarquizar la tarea en medio de llamados urgentes por una situación sin precedentes.
La organización Un Techo hizo un relevamiento para medir el impacto de los daños. «Nos pusimos en contacto con algunos referentes y comenzamos a caminar casa por casa para saber las necesidades de las familias. En algunos barrios había viviendas totalmente destruidas», se lamentó.
Los jóvenes de Misión Dignamente organizaron colectas de alimentos y ropa que será repartida entre los más afectados.
Fueron horas de tensión, preocupación y solidaridad. Un esfuerzo colectivo del Estado, donde las organizaciones no gubernamentales cumplieron un rol clave.