«Soy un ser deforme», se define a sí mismo con resignación. Padece la enfermedad de von Recklinghausen, una dolencia genética más conocida como neurofibromatosis de tipo 1.
El Papa no lo dudó un instante. Le vio en la Plaza de San Pedro de Roma, con su cara deformada, y se detuvo para abrazarle. A sus 53 años, Vinicio Riva, rememora ese momento, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, como el más especial de su vida. «Era como estar en el paraíso», explica.
Tiene el cuerpo entero, de los pies a la cabeza, cubierto por unas terribles protuberancias, unos tumores que aunque son benignos le provocan dolores terribles, fuertes picores y llagas que no dejan de sangrar. «Soy un ser deforme», se define a sí mismo con resignación. Padece la enfermedad de von Recklinghausen, una dolencia genética más conocida como neurofibromatosis de tipo 1.
«El Papa ni se detuvo a pensar si me abrazaba o no. Mi enfermedad no es contagiosa, pero él no lo sabía. Bajó del altar a saludar a los enfermos. Yo le besé la mano mientras que él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas. Después tiró de mi, abrazándome con fuerza y besándome el rostro. Yo tenía la cabeza en su pecho, sus brazos me rodeaban. Me tenía muy pegado a él, mimándome, no se apartaba», aseguraba Vinicio en una entrevista concedida al diario británico ‘Daily Mail’, y en otras declaraciones a la prensa italiana .