Cuando escuchas la historia de un niño de dos años, quien según se cree, es la persona más joven del mundo en haber sido sometido a una cirugía bariátrica, es muy fácil «señalar y juzgar», como una madre me aseguró. «¿No había nada más que los padres pudieran hacer aparte de una cirugía tan seria a tan corta edad?», se preguntarán los padres de familia. Pero luego lo comprendes cuando escuchas la historia de Maria Caprigno, ahora tiene 18 años, y llegó a pesar 200 kilos cuando sólo tenía 14 años.
«Estaba subiendo 18 kilos por año», expresó Caprigno, en sus clases en la Universidad de Bridgewater State en Massachusetts. «Me dijeron que si no había un cambio drástico, no llegaría a cumplir 18 años».
Al escuchar a Caprigno, se comprende la decisión de los padres del niño -y lo que hicieron o dejaron de hacer antes de la cirugía- no es tan radical. Y mientras los padres se debaten con la opción de la intervención quirúrgica temprana en un caso de obesidad infantil, también deben examinar si es sólo la salud del niño lo que está en riesgo, o si la presión y los estándares sociales también están influenciando esas decisiones. El niño, de Arabia Saudita, pesaba 35 kilos a la edad de 2 años, y sufría de apnea del sueño severa, lo cual causaba que dejara de respirar mientras dormía.
Después de que dos intentos distintos de controlar el peso del niño mediante dietas fracasaran, los doctores decidieron practicar lo que se conoce como una gastrectomía tubular laparoscópica, en la que permanentemente se quita del 60% al 80% del estómago, y se restringe la ingesta de alimentos. La Dra. Jennifer Shu, una pediatra que ejerce en Atlanta, dijo que un procedimiento como éste debería ser el último recurso, únicamente cuando el monitoreo cercano y la dieta se han intentado y los resultados han sido fallidos.
Sin conocer los detalles de este caso en particular, ella dijo que si los doctores no hubieran practicado la cirugía, el niño podría haber enfrentado problemas físicos como dolor, heridas y piernas arqueadas, enfermedad cardíaca y diabetes más adelante en su vida, e incluso la muerte, debido a la falta de oxígeno causada por la apnea del sueño.
«Creo que lo que los doctores están tratando de decir es que este niño podría no vivir si no es sometido a la cirugía, o si no se detiene el aumento de peso», expresó Shu, la doctora experta que escribe en la sección Living Well de CNNHealth, quien también tiene dos hijos. Shu dice que la recomendación actual es esperar hasta que el niño haya terminado de crecer, o esté cercano a esto, lo cual sucede alrededor de los 13 años en el caso de las mujeres, y a los 15 en el caso de los hombres, antes de considerar la cirugía bariátrica.
Caprigno se sometió a dicha cirugía hace tres años, cuando sólo tenía 14 años de edad. Según ella, en ese entonces, era una de las personas más jóvenes en someterse a la cirugía.
Se trató de una decisión sumamente difícil para sus padres, quienes sufren de «obesidad mórbida», indicó. Su padre, a quien también le practicaron una cirugía bariátrica, aún pesa más de 200 kilos.
«Mi mamá siempre dijo que la idea de que me abrieran la ponía nerviosa», dijo Caprigno, quien explicó que a su mamá le practicaron la cirugía de banda gástrica, la cual involucra colocar un aparato alrededor de la porción superior del estómago para controlar la ingesta de alimentos, antes de que ella fuera sometida a su cirugía.
«Me dijo que no me estaba poniendo en una situación por la que ella no hubiera pasado», indicó. «No puedo imaginarme qué tan difícil fue la decisión de verme pasar por eso, y debe ser mucho más difícil para los padres de un niño de dos años».
En las conversaciones que tengo con mujeres en todo el país, hay un sentimiento general de pena por este pequeño.
«Me entristece mucho conocer las medidas extremas que se tomaron por la salud de este niño», expresó Lori García, madre de dos niños, de 5 y 10 años, y escritora del blog, Mommyfriend. «¿Acaso no hubo mejores alternativas que dos intentos fallidos de hacer dieta?» Renae Wortz, quien es madre y enfermera profesional, también se preguntó si no podría haber existido un tratamiento menos invasivo para ayudar a que el niño bajara de peso, pero también pensó en qué haría ella, si estuviera en la misma situación.
«Creo que los padres harían cualquier cosa, aún si se trata de medidas extremas, para ayudar a un niño enfermo», dijo Wortz, quien es una de las cofundadoras del blog, Mom Colored Glasses. «Tal vez no pudieron mantener la dieta, o tal vez sí. Tal vez hicieron todo lo que pudieron para ayudarlo a bajar de peso, pero no tuvieron éxito al final».
Otra preocupación apremiante es que se desconoce el impacto que tal cirugía podría tener a largo plazo en el desarrollo del niño, incluyendo que se presenten problemas intelectuales más adelante. «El cerebro crece tan rápidamente entre el nacimiento y los tres años de edad, que él todavía se encuentra justo en esa fase del desarrollo», dijo Shu. «Así que no sabemos los efectos que esta cirugía podría tener». «La medicina no es una ciencia perfecta, y sin información previa (investigar casos similares), tales impactos serían inciertos, y esa incertidumbre tendría que ser incluida en la decisión de riesgo/beneficio en pro de la salud del niño», expresó Alpita Shah, abogada de finanzas internacionales y desarrollo comunitario en Chicago.
Más allá de las incertidumbres médicas y las posibles complicaciones (las cuales podrían incluir pérdida de fluidos, infección y coágulos sanguíneos), someter a un niño de dos años a una cirugía para perder peso genera esta pregunta: ¿Qué dice esta historia acerca de nosotros? ¿Qué impacto podría tener en otros niños y familias que están luchando con problemas de peso?
«La delgadez no es sinónimo de salud», dijo la bloguera y escritora Liz Henry, cuyo trabajo será presentado en el próximo libro «The Good Mother Myth». «Éste es territorio desconocido y un precedente peligroso para los cuerpos que aún están en crecimiento y desarrollo».
Henry, a quien le apasionan los asuntos de la imagen corporal, se preocupa al pensar en el mensaje que este caso podría mandar.
«Mientras éste pueda ser un caso extremo, puede llevar a que otros padres vean las muñecas y muslos regordetes de sus niños pequeños, e inmediatamente busquen una intervención médica que lleva a daños irreversibles», indicó.
«Verdaderamente espero que la cirugía pediátrica de bypass gástrico no se convierta en otra ‘norma’ en nuestra cultura de gratificación instantánea y ‘arreglos rápidos'», dijo Wortz.
Por su parte, Caprigno, quien ha bajado 130 libras luego de la operación, y quien ha contemplado cambiar completamente la forma en que ve la comida; la enseñanza que esta historia nos deja es que debemos hablar más abiertamente de la obesidad, y entender qué es en primer lugar. La Asociación Médica Estadounidense la acaba de reconocer como una enfermedad en junio.
«Definitivamente debemos reconocer que no tenemos a quién culpar por esto, y que hay componentes genéticos que juegan un papel; el estilo de vida juega otro papel, y tenemos que cambiar la forma en que vemos la obesidad, porque existe un gran estigma», dijo Caprigno, quien actualmente trabaja con la organización no lucrativa Obesity Action Coalition.
«Tratamos de que todos entiendan que ésta es una enfermedad. No es algo que elegimos», indicó.
Fuente CNN