El análisis de la ley promulgada por el Estado nacional.
El formato actual de la escuela lleva una definición cultural y un patrón en el que están hechos violentos por todo el corpus escolar, en toda sus facetas, que se contradice con los con nuevos contenidos que intentan ponerse en práctica, como por ejemplo, consejo de convivencia, consejeros de aula para tratar de ir diluyendo de a poco, esta matriz de violencia que tiene su eco en las aulas, y por supuesto fuera de ellas. Todos estos hechos se contradicen con los nuevos contenidos y soportes culturales por un lado, y con la pretensión de incluir a todos en la escuela secundaria. Estos hechos violentos y disfuncionales, uniéndonos al discurso de la nueva Ley Anti -bullyng, que sancionó el Estado, junto a la ley en nuestra provincia que se sancionó en Junio de este año, requiere de un trabajo artesanal para lograr los objetivos que en ambas se piden. Bajo ningún aspecto, si bien va haber sanciones para los protagonistas, en ningún momento se generan actos de exclusión hacia esos alumnos(como la perdida de la escolaridad la cual es obligatoria). ¿Pero cual es el escenario hoy, en la mayoría de las escuelas en el cual adultos y adolescentes interactúan asumiendo roles, que en algunos casos no son los más útiles para lograr una convivencia adecuada a cada colegio y población? El escenario del que estamos hablando hoy, tiene ciertas características y adjetivaciones que generan un cuadro que hay que des-construirlo, reemplazándolo por nuevas formas de comunicación, con nuevas narrativas discursivas en las que los valores deben estar atravesados en todos los hechos escolares y en la vida misma. Hoy, los adolescentes, se ven tensos por abusos simbólicos, por la indiferencia, el pesimismo, la irresolución de los conflictos y la negación de sus derechos. Por ello suponemos que en algunos casos y dentro de algunos contextos, los adolescentes descargan en la escuela la violencia contenida. Los chicos necesitan más sostén adulto. Nos encontramos ante un gran desafío, encontrar las estrategias y reformas para que la escolarización obligatoria del nivel medio sea una realidad y no un mero enunciado, dentro de una convivencia sana y de un diálogo al que hay que enseñar a los jóvenes. Se necesitan nuevas regulaciones, porque son muchos los dispositivos que aún perduran y requieren de una revisión urgente, puedo mencionar: prácticas evaluativas, disposición de mobiliario y espacios, tiempos, dispositivos en el área de los saberes (curriculum), etc. Lleva tiempo como todo lo sólido que se construye. En la actualidad nos encontramos que, entre otras cosas, el chico demanda, los adultos conceden, ceden, las normas se desdibujan, y los grandes se sacan el chico de encima. No es un hecho menor, sino el cotidiano aporte a la «cultura des-instituyente» que ha hecho carne en sectores significativos de nuestra sociedad. Luego el adolescente va al secundario y enfrenta a los adultos, como los adolescentes de todas las épocas, con los lenguajes que pone a su alcance cada época. Pero en las décadas recientes se ha descalificado la política y el aprendizaje de la cultura. Ha pasado la moda de los grupos de estudio y de las discusiones teóricas en el café, y la militancia política juvenil es escasa. En tanto, la clase media pregunta, cómo puede ser, tanto esfuerzo de pedagogía y psicología y el joven, ya adulto, no se va de casa y en ocasiones hasta consume sustancias cuasi naturalizadas socialmente. La violencia discursiva lo atraviesa todo, hasta que un chico sobrepasado por acosos, falto de que lo escuchen, cansado por la irresolución de los conflictos en los que está inmerso, harto de escuchar frases pesimistas, opta por descargar físicamente la violencia contenida. El hecho sube a la televisión, y el adolescente de clase media o el de la pobreza logra ser protagonista en el lugar menos adecuado, pues no es el que le corresponde como sujeto de derecho, sino el que le endosan otros. La escuela registra la violencia de chicos afectados por la violencia de una sociedad que resiste a las instituciones, que se niega a una distribución más justa de la riqueza material y cultural, y que ha descalificado la acción política. Pero también es necesario atender el problema en el lugar específico donde se expresa. Si se produce un hecho de violencia escolar, estaremos ante una serie de errores anteriores, de ausencias, de faltas a la responsabilidad que nos impidieron tomar medidas preventivas. No habíamos inhibido el uso de la violencia y el tratamiento del problema debe ser múltiple, referido a los protagonistas, al grupo, a los docentes y a la institución, pues en mayor o menor medida todos resultan víctimas y/o victimarios. La mejor protección para los docentes y para los alumnos es la existencia de espacios para el diálogo. En cuanto a los familiares adultos con los cuales los chicos conviven, cualquiera sea su condición social, no es pertinente reclamarles que se reubiquen en roles ya añejos, pero están obligados socialmente a ejercer la mater-paternidad responsable. Sólo entonces podrán reclamar con todo derecho conductas responsables de los hijos.
LIC. ELENA FARAH
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