Gieco ratificó con obras clásicas y otras de su último disco, «El desembarco» su pericia para transitar, sin cuestionamientos de los ortodoxos, por espacios rockeros y folclóricos al mismo tiempo.
Más temprano, dos sociedades diferentes, Baglietto-Vitale (que tomó impulso en 1991) y Parodi-Prada (gestada en 2012), conmovieron con herramientas propias al público de Cosquín.
Parodi y Prada apostaron con audacia a un repertorio que, casi con exclusividad, incluyó obras inéditas y que formarán parte del disco que proyectan editar este año, «Cosido a mano y a medida».
Baglietto-Vitale, que ya en 2012 habían ofrecido en Cosquín una actuación sin grietas, convencieron con la estrategia opuesta: un manojo de clásicos y necesarias citas a la tradición folclórica.
Un lugar especial en la cuarta noche del Festival se ganó el charanguista Rolando Goldman, que cautivó con una interpretación del Himno Nacional, coreada masivamente bajo la penumbra de la plaza en una postal de alta intensidad.