Pirotecnia y animales

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Se llama pirotecnia a los dispositivos que están preparados para que ocurran reacciones pirotécnicas en su interior.

Las reacciones pirotécnicas ocurren por combustión no explosiva de materiales, que pueden generar llamas, chispas y humos. Los dispositivos pirotécnicos pueden contener también elementos para que ocurran algunas reacciones explosivas controladas.
El origen de la pirotecnia es prehispánico y está directamente relacionado con la invención de la pólvora en China. La fórmula de este material inflamable fue llevada a Europa por los árabes durante su gran expansión por el norte de África y España. Los árabes irrumpieron en las defensas de ciudades amuralladas con las primeras armas de fuego, como la culebrina murallera, si bien esta arma era de poco calibre y poco eficiente. En su ocupación en la Península Ibérica, los árabes sentaron las bases y la tradición polvorista también con fines lúdicos en Murcia, Alicante y Valencia; lugares éstos con una amplia tradición al fuego.
Popularmente, el término pirotecnia suele entenderse sólo como referido a los fuegos artificiales. Los fuegos artificiales, cohetes, explosivos, fuegos pirotécnicos son muy utilizados en diferentes países del mundo. En América latina constituyen un importante capital comercial en ventas, como en Argentina. Esto ocurre principalmente a fin de año en relación a las fiestas, (Nochebuena, Navidad o Fin de Año y en Año Nuevo) o sino en fiestas o conmemoraciones especiales.
¿Qué efectos tiene la pirotecnia sobre los animales?
El uso de pirotecnia genera taquicardia, temblores, falta de aire, náuseas, aturdimiento, pérdida de control, miedo y/o muerte. Los efectos en los animales son diversos y de diferente intensidad y gravedad. Los perros suelen sentir temor y al huir pueden ser víctimas de accidentes o perderse. Las aves reaccionan frente a los estruendos con taquicardias que pueden provocarles la muerte; los gatos suelen correr detrás de los explosivos por simple curiosidad pudiendo ingerirlos, perder la vista o lesionarse; los insectos y otros animales pequeños poco pueden hacer para no ser dañados, la pirotecnia es para ellos un explosivo de gran tamaño.
La gente aún no ha aprendido a usarla responsablemente y por lo tanto cada fin de año nuestros hospitales se ven abarrotados de personas adultas y menores con heridas y quemaduras de todo tipo.   Nuestras mascotas, sin formar parte de este “festejo”, también se ven altamente perjudicadas.  Los animales tienen una capacidad auditiva superior a la de los humanos, pudiendo escuchar sonidos que para nosotros serian imperceptibles. Por lo tanto, cada estruendo de pirotecnia para ellos es “mucho peor” de lo que nos imaginamos.
Algunas ciudades o distritos de nuestro país tienen ordenanzas que prohíben la pirotecnia, como es el caso de Bahia Blanca en donde podemos leer en la ordenanza:  “Queda prohibido en el Partido de Bahía Blanca la fabricación, tenencia, guarda, acopio, depósito, venta o cualquier otra modalidad de comercialización mayorista o minorista y el uso particular de elementos de pirotecnia y cohetería, tales como cohetes y cohetes fósforo, petardos, estrellitas, cañitas voladoras, triangulitos, metralletas, rompeportones y todo otro producto destinado a provocar efectos mecánicos, visuales o auditivos mediante detonación, deflagración, combustión o explosión, así como aquellos de proyección cuyo efecto secundario produzca explosión o detonación.»
La pregunta es ¿será necesario que sigamos practicando este “ritual” que tanto daño produce en el hombre y los animales?
No creo que sea solo un problema de “prohibir” o “permitir”, me parece que la cosa es mas seria y se llama “cultura”. Se puede festejar sin “bombardear” la ciudad, sin quemar los campos y los bosques, sin aturdir a los ancianos, las criaturas y los animales. Se puede festejar civilizadamente sin “pólvora”.
No hay buena o mala pirotecnia, ni autorizada ni no autorizada, ni pólvora negra o blanca. Todos los productos son nocivos porque producen daño. El peligro real radica en usarlas.
Es para que lo pensemos como “humanos del siglo XXI”.
PD: Quiero agradecer a mis colegas María Hermo y Jorge Muñoz, por el material bibliográfico sobre este tema que me remitieron.

Autor: Juan Tomás Wheeler

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