Desde hacía años, el Comité de los Derechos del Niño lo venía reclamando: eliminar del Código Civil la facultad de los padres para aplicar sobre sus hijos el “poder de corrección”. Así, con la reforma el viejo “chirlo” quedaría fuera de la ley.
El llamado poder de corrección fue incorporado bajo el concepto de patria potestad que entendía al hombre como dueño de la mujer y sus hijos. Más de un siglo después, esta reforma del Código Civil plantea a los padres como los encargados de “prestar orientación y dirección” a sus hijos y prohíbe expresamente los malos tratos –sean físico o psíquicos– y el “castigo corporal en cualquiera de sus formas”.
Hoy, la ley de violencia familiar prohíbe los “chirlos” y los padres que los utilizan podrían ser denunciados. Aunque parezcan de película vieja, los chirlos mantienen la vigencia que el Código perdió.
La pediatra y psicoanalista Felisa Lambersky de Widder, asegura que “son muy comunes, más de lo que uno cree. Aparecen cuando el padre se siente impotente y no sabe imponer su autoridad, entonces recurre a los chirlos. Los padres deben entender que hay otras formas educativas y por eso me parece muy bien que se eliminen del Código. El chirlo humilla a los chicos, los hace sentir sometidos. No hay que usar el cuerpo como castigo porque el cuerpo deja marcas psíquicas”.
Fuente: Clarín