Guillermo y Pedro son ayudados por vecinos y enfrentan, con extrema marginalidad, la llegada del frío polar.
La vieja casilla del Ferrocarril frente al Parque Sarmiento es la guarida contra el frío y el abandono. Guillermo tiene 53 años, aunque el rostro muestre las huellas de una vejez anticipada. Desde hace meses convive con su amigo Pedro en la estructura obsoleta a la par de las vías. Guillermo tiene tantas historias como las que puede imaginar, aunque no pueda recordar que parte de sus memorias se asemeja a la verdad.
«Es el único lugar donde puedo estar, no tengo nada. Yo tenía una mujer, un negocio, pero me quedé sin nada», afirmó.
Destacó que la solidaridad de los vecinos le permite comer todos los días. «Necesitamos cualquier cosa, estamos tirados. Hace 5 meses que vivimos así. Entramos porque estaba todo vacío», expresó entre lágrimas.
Sin abrigo, ni baño, ni cocina, la situación aparece como infra humana. La misma ropa durante semanas, un par de colchones, una vieja frazada para tapar el hueco de ingreso a la casilla y el cigarrillos para olvidar el frío. Guillermo enfrenta el día más crudo del invierno esperando otro gesto de la solidaridad.
Poco después de las 17, Graciela Sale, responsable de emergencias en Promoción Social llegó al lugar para conocer la situación de los afectados. El cuadro es desalentador: a la extrema marginalidad se suma la adicción al alcoholismo.
«Les hemos ofrecido llevarlos al hogar de los esposos Stefanía. Guillermo nos dice que su madre aún vive y tiene una casa en barrio Alberdi. Estamos buscando alternativas porque con este frío la situación es muy riesgosa», reconoció.
Sin embargo, Pedro, el hombre que durante todo el día permaneció sobre el viejo colchón, completamente alcoholizado, se niega a ser trasladado. Con el arribo de la noche, la garita vuelve a quedar en soledad y la vida a merced de un nuevo milagro.