Sin sus padres, sin sus abogados, sin derecho a asistencia social, sin comer, sin dormir, sin cargos concretos, sin traductor. Pero sí con golpes, con amenazas, con nocturnidad, con prisas, con arbitrariedad. Así se produce gran parte de las detenciones de menores palestinos por parte de la Policía israelí, según los informes elaborados por Save The Children, Defence For Children International, B´Tselem y la Asociación de Derechos Civiles de Israel (ACRI), avalados por Unicef, el organismo de Naciones Unidas de asistencia a la infancia. La estadística ha mejorado en el último año, pasando de los 3.470 chavales puestos bajo custodia en 2010 a los 2.301 con que cerró 2011 (1.169 menos), pero las condiciones del arresto siguen siendo las mismas. Los abusos “sistemáticos” y las “torturas” se perpetúan. Hoy hay 170 menores palestinos en las prisiones de Israel.
“La detención tiene un impacto devastador sobre los niños, sus familias y sus sociedades”, afirma Eyad al Araj, asesor de programas de Save The Children. Es el fruto del maltrato y la incertidumbre. Según informa el sitio Periodismo Humano, el 98% de los chavales, sostienen los informes, asegura que ha sufrido algún tipo de violencia, sea verbal o física, mientras nueve de cada diez termina saliendo libre sin saber siquiera de qué delito era sospechoso. El seguimiento médico que estas ONG hacen a los niños demuestra que más del 90% de ellos acaba desarrollando estrés postratumático, que se manifiesta en ataques de ansiedad y pesadillas, sobre todo. “Unos mojan la cama, otros se niegan a salir de su casa por miedo a ser detenidos de nuevo, algunos hasta se esconden para no ir al colegio. Terminan siendo adolescentes mutilados socialmente, excesivamente tímidos, sobreprotegidos por sus familias, incapaces de afrontar la vida con naturalidad de puro pánico”, resume Agnes Morgan, voluntaria que asiste a los chicos (mayoría casi absoluta) a su regreso a casa.