Susana Hentona y una experiencia que le cambió la vida. «Ya pasó un año y he tomado ánimo para volver. Un año después vuelvo a trabajar a una fábrica donde preparan alimentos, aunque no podrá ser la misma donde me desempeñaba. Cuando escapé no les avisé y en Japón eso se tiene en cuenta», resaltó.
Susana Hentona tiene 57 años, pero hace 12 meses sintió que volvió a nacer. La vida le dio una oportunidad mientras la tierra temblaba y se resquebrajaba por el impacto de un tsunami en el que murieron 15 mil japoneses.
Cuando ocurrió la tragedia, la riocuartense estaba trabajando en Saitama, a solo 200 kilómetros de Fukushima. De aquel lugar escapó sin avisarle a sus patrones. Quería huir, volver a estar con su familia y sentirse viva entre tanta muerte.
«Ya pasó un año y he tomado ánimo para volver. Un año después vuelvo a trabajar a una fábrica donde preparan alimentos, aunque no podrá ser la misma donde me desempeñaba. Cuando escapé no les avisé y en Japón eso se tiene en cuenta», resaltó Susana en diálogo con TD Digital.
La mujer recordó que el día del terremotó «entré en pánico y me fui sin despedirme»
«Fue un susto tan grande que lo único que quería era volverme y no podría regresar a ese lugar», indicó.
Susana afirmó que Japón la «apasiona mucho» y volverá al país donde solo quedan los familiares de su esposo fallecido hace 6 años.
Mis 3 hijos quedan en Río Cuarto pero necesito volver. Soy más japonesa que mi esposo», expresó entre risas.
Entrevista realizada días después del tsunami
El viernes 11 de marzo, a las 14,40 de Japón, en la madrugada argentina, Susana Hentona se redescubría en la impotencia de un país sometido a una de sus peores tragedias. La mujer riocuartense se encontraba en Saitama, a poco más de 200 kilómetros del epicentro del terremoto que sirvió de antesala al tsunami devastador. Allí donde la paciencia y el orden es un arte, todo comenzaba a desmoronarse. Diez días después, de regreso a la ciudad, Susana cuenta una experiencia conmovedora.
– ¿Donde se encontraba el día en que tembló Japón y se conmovía el mundo?
– Estaba en Saitama, a 230 kilómetros del epicentro. Todavía no he superado lo que ocurrió.
– ¿Qué vivió en ese momento?
– Estaba dentro de un supermercado, recién entraba y todo era normal. Estábamos acostumbrados a tener dos ó tres temblores de tres grados por semana. Ese día todo se movía más de lo normal y comenzó a caer todo de las estanterías. Salí del lugar y la gente corría desesperada, se vino con toda su furia. En la provincia donde vivía llegó a 8 puntos en la escala de Richter. Lo peor fue la duración: casi 4 minutos y medio que fueron interminables.
– La tierra no paraba de moverse…
– No… los pies no encontraban una posición para quedarse quietos… los árboles tocaban el piso y yo buscaba salvarme. Fue terrible, horroroso. Se detuvieron los trenes, los teléfonos no andaban y no había luz.
– Y cuando paró el terremoto, ¿que quedó del lugar?
– No paraba de moverse. Se siguió moviendo la tierra levemente, paró 5 minutos y no había nada, ni luz, ni autos, nada. A las 3:12 vino el segundo terremoto fuerte y fue terrible. Nosotros que estamos encima de Tokio no sufrimos daños estructurales graves y el tsunami por suerte no llegó.
– Esto habla de la estructura que tiene Japón para enfrentar los sismos…
– Toda la construcción nueva de Japón es bien antisísmica. Estuve en Tokio y vi edificios de 15 pisos con grietas de 5 centímetros que seguían parados. En toda la semana posterior temblaba constantemente, todos los días había sismos de 5 a 6 grados.
– Había una realidad que usted sufría en carne propia y otra complementaria que mostraban los medios de comunicación de ciudades que desaparecían por el tsunami. ¿Cómo vivía esas imágenes?
– La televisión japonesa no mostraba lo que pasaba. Nos enteramos de la gravedad al otro día por radios y canales españoles. Pasadas las 20 horas Japón decía que había 44 muertos y en España hablaban de 1.600. Nos preguntábamos que pasaba y pensamos que evitaron dar información para no generar pánico.
– ¿Cómo reaccionaba el pueblo japonés ante la tragedia?
– Normal, increíblemente normal. Como ocurrió el viernes y las fábricas dejaban de trabajar no se notaba tanto. Pero el lunes no funcionaban los trenes y allí muchos cerraron.
– Más que nunca se notaba la presencia de una argentina en japón: usted estaba desbordada emocionalmente y ellos con su particular cautela…
– Ellos seguían normal. Salían a hacer las compras, caminaban. Fríos, muy fríos. Escuché en un noticiero que una mamá joven decía que tenía terror pero la vida seguía y no quería asustar a sus hijos. Yo si tenía a mis hijos allí me tomaba el primer avión.
– Aquí llegaban definiciones de apocalipsis e inmediato desastre por la crisis nuclear. ¿Ese temor se vivía en Japón?
– No lo puedo describir, solo me quería escapar. Sentía que era el fin del mundo. Quería que un avión me sacara, fue muy feo.
– ¿Costaba conseguir alimentos frente al temor de una crisis aún mayor?
– Teníamos comida, aunque las góndolas todos los días se vaciaban. Ante el temor todo el mundo iba a comprar.
– Pero sin saqueos…
– Sin saqueos, todo bien controlado, aunque si ibas a las 4 de la tarde ya no había nada.
– Por qué estaba en Japón
– Hace dos años que vivía allí y trabajaba en una fábrica de comida. Desde el 91 que conozco el país y siempre se hablaba del gran terremoto que iba a venir y finalmente llegó. Siempre lo supimos…
– ¿Lo que mostraban las cadenas internacionales era lo que sucedía ó había una exageración?
– Los medios extranjeros lo definían tal cual… Japón tapó un 40 por ciento ó más. Yo me entero por mi hermana que había escapes radioactivos y a nosotros nos daban los barbijos, pero no nos decían nada. No pensábamos que todo era tan grave. Creo que Japón tapó mucho de lo que en verdad pasó, no dio información exacta.
– ¿Cuál fue el Japón que dejó?
– Es un país que amo y para mi quedó el Japón del miedo, del terror. No se si me animaría a volver a pisarlo. Tendría que tener fuerzas para superarlo… los japoneses no aflojan pero es muy difícil. Estos últimos días pensaba solo en salir corriendo.
– ¿Qué cambió en usted después de lo que pasó?
– Muchas ilusiones que tenía en pie se me quebraron. Ahora tengo mi familia más cerca y allá me aterrorizaba perderlos. En cada movimiento sentía que la tierra se abría y me tragaba.
– Este regreso significa el final de su vínculo con ese país.
– En un 99 por ciento creo que sí. Fue muy fea la situación que vivimos.
Por Pablo Callejón (callejonpablo@yahoo.com.ar)
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