La presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el discurso que brindó en el salón de los héroes latinoamericanos, dejó en claro que Malvinas se ha transformado en “…una causa de los americanos, de la América latina, de la América del Sur y en una causa global”. Esta alocución es el resultado del apoyo expreso que la gran mayoría de los países latinoamericanos le han dado a nuestro país por el diferendo que mantiene con Gran Bretaña.
En la XI Cumbre del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) varios de sus países miembros profesaron su gran apoyo a la Argentina por el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas.
Esto se tradujo en la adhesión de varios estados caribeños a la medida adoptada en diciembre por los países miembros del MERCOSUR, referida a impedir que buques con la bandera de las Islas atracaran en sus puertos.
Incluso Chile, en una actitud histórica, se ha sumado al pelotón de países latinoamericanos que apoyan el reclamo argentino. Ésto adquiere mayor relevancia por la posibilidad de que el gobierno de Fernández de Kirchner intente interrumpir los vuelos semanales que unen a las Islas con Punta Arenas en el sur de Chile pasando, en su trayecto, por territorio nacional.
Esta situación no siempre ha sido así. A pesar del apoyo que estos países brindaron a lo largo del siglo XX a Argentina, el mismo se circunscribía sólo al ámbito de los Organismos Internacionales como la Organización de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos.
La situación internacional, marcada por la Guerra Fría y el férreo control que los Estados Unidos mantenían en la zona, hacía que las relaciones entre las naciones americanas estuvieran signadas por la lucha contra el comunismo internacional. Así fue que la Argentina a fines de la década del 70, tomó activa participación con los Estados Unidos en detrimento de gobiernos populares considerados “comunistas” que asumían en diferentes naciones centroamericanas.
La OEA y el TIAR fueron los ámbitos en los que la postura argentina tuvo mucho éxito aunque no sirvieran para comprometer a los Estados Unidos en la defensa del territorio americano frente al ataque de una potencia extranjera.
Ya han transcurrido casi treinta años del conflicto y demasiada agua ha pasado por debajo del puente. La Guerra Fría ha terminado y la hegemonía norteamericana ha experimentado un gran declive. A la par de sus reveses en Irak y Afganistán, la situación en América Latina es emblemática. Ésto se evidencia en que en los últimos diez años se viene experimentando un fenómeno nunca antes visto en la región.
El nivel de compromiso político de la gran mayoría de los gobiernos de los países latinoamericanos, tiene como objetivo recuperar poder de decisión y lograr estabilidad política en la región. Lo que redunda en la posibilidad de llevar adelante sus propios proyectos políticos en forma autónoma y soberana. Ello ha servido para contrarrestar el dominio histórico que la potencia del norte ostentó durante años en lo que consideró como “su patio trasero”.
En ese marco, se han dado diferentes acontecimientos que demuestran lo que venimos refiriendo: la debacle de la OEA y la emergencia de nuevas instancias políticas y económicas de diálogo en las que no participa Estados Unidos (UNASUR, ALBA y, últimamente, la CELAC); la emergencia de gobiernos de tendencias de “izquierda” con un discurso antinorteamericano (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, entre otros) y los compromisos de estos países con enemigos declarados de Estados Unidos (Irán y en su momento Libia, Siria y Rusia).
Sin embargo, el aspecto principal que deberíamos tener en cuenta consiste en que en un mundo que avanza lentamente hacia un orden multipolar, la proyección internacional de Brasil es fundamental. Su afianzamiento como hegemón regional les ha permitido a los países de Sudamérica gozar de una mayor autonomía.
Bajo este contexto, como bien refirió la Presidenta, el diferendo que Argentina viene manteniendo ya no debe ser considerado como un problema de la República Argentina, sino de América Latina toda. La base aérea de Mount Pleasant, en la Isla Soledad, cuenta con una dotación de entre 1.000 y 2.000 soldados listos para entrar en combate, además de un sofisticado arsenal militar. En el intento que diferentes países de nuestra región vienen realizando para erradicar la presencia de bases militares extranjeras dentro de su territorio, la existencia de una en el Atlántico Sur es una realidad que ya no puede pasar desapercibida.
Por último, el debilitamiento que sufre hoy Gran Bretaña por la crisis económica y la de la Unión Europea misma, además de la crisis hegemónica de su principal socio desde el fin de la II Guerra Mundial, le han servido al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para “hacer leña del árbol caído”, ganando el apoyo de las naciones de la región e incluso obteniendo un visto bueno de la administración Obama. Resta esperar que el gobierno nacional sepa aprovechar los caminos que la diplomacia le otorga. El pasado ya nos demostró cuales fueron los resultados de seguir una alternativa opuesta.
Gustavo Eduardo García
gustavo_garcia@argentina.com
Ateneo de Estudios Internacionales (ADEI)
ateneorrii@gmail.com
Extraordinario informe.
Todo el mundo esta con la Argentina, un saludo desde Alemania. No crean que Inglaterra tiene apoyo alguno en la opinión publica autentica. El valor de Cristina y la solidaridad de los Latinos ante sus intereses legítimos en las Americas de norte al sur merece felicitarlo.
que se arme la guerra de nuevo a recuperar las islas .. no existe el miedo , no existe el hambre solo dios y la patria.. viva la patria ..
Excelente Compañero Garcia, Muy buen articulo y muy claro.
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