Víctor Jorge Ruiz, creador del filme “La última mirada”, que llega a salas locales y cuya trama se sumerge en las secuelas de la última dictadura militar Argentina, afirmó que “esta película es sobre una generación que se siente abandonada”.
“En esta historia quise contar el conflicto de personas que han quedado abandonadas y que han sufrido una de las peores tragedias que es haber perdido su origen”, explicó Ruiz en diálogo con Télam.
El relato comienza cuando Gonzalo (Eugenio Roig), un joven escritor y periodista español nacido en Argentina, cuyos padres fueron torturados y asesinados durante la última dictadura, regresa al país para terminar una novela y con la aparente intención de vengarse del asesino de sus padres, un comisario retirado (Arturo Bonin) que vive cerca del lugar donde se hospeda.
Gonzalo comienza una relación con Marta (Victoria Almeida), hija del ex jefe de policía y siembra en ella la duda acerca de si es, efectivamente, su hija biológica lo que produce en la joven la necesidad de investigar su verdadero origen y enfrentar a sus padres.
Beatriz Spelzini, Katja Alemann, Jorge Sabate, Raúl Techaren, Clara Manfredi y Eva Ruiz completan el elenco de esta película ganadora del primer Concurso del Bicentenario del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y que cuenta con la participación de Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
“Lo importante es que la gente entienda este drama. Una dictadura no es solo un problema institucional, sino, que con ella se modifica la vida de la gente, se destruyen familias y se producen terribles fenómenos en los que a los chicos les matan los padres, a padres les matan y desaparecen sus hijos y la gente emigra”, graficó Ruiz.
En relación a la temática que aborda en esta cinta el realizador de los títulos «Los Araucanos», “Flores amarillas en la ventana” y «Ni vivo, ni muerto» expresó que “este es nuestro tema, es nuestra segunda guerra mundial”.
“Quisiera que el espectador piense que las injusticias no son gratuitas, que no hay que dejarlas pasar aunque pertenezcan al pasado. El error más grave, que lo he visto en otros países, es hacer de cuenta que las cosas no existieron, porque están metidas adentro de la gente y cuando esto queda colgado se sigue arrastrando de generación en generación”, redondeó.
-¿Cómo surge la historia? -Lo que dio origen a la historia fue que casualmente un día me entero por los chicos de H.I.J.O.S que en mi edificio vivía (Miguel) Etchecolatz (director de Investigaciones de la policía bonaerense durante la dictadura), luego comencé a ver varias obras de teatro por la identidad y empecé a escribir una historia que ya tenía en mente y después la realidad me empezó a sacudir.
En el guion se nota que estoy muy presente en la realidad Argentina, y que la ficción, sobre todo en estos temas, es superada por la realidad.
-¿Qué es lo que más le inquieta de las secuelas de la última dictadura? -Lo que más me llama la atención y de lo que se podrían hacer muchas historias es con el conflicto de estos jóvenes. Imaginar cómo se siente un chico al que le dicen que sus padres no son sus padres y que su familia no es su familia. Vi muchos casos en Abuelas en los que estos chicos tienen que abrir una puerta y muchos de ellos no se atreven.
-¿Cómo fue la elaboración de estos personajes cargados de conflictos internos y contradicciones? -No quería caer en clichés, sino que fueran personajes creíbles.
En el caso de Gonzalo, el trasfondo de este personaje que aparentemente busca vengarse es tratar de superar su conflicto, tratar de deshacerse de la mirada de su madre que ha sido su tortura durante toda su vida. Entendiendo la mirada de su madre como metáfora del hecho violento que fue la dictadura, que para él fue un símbolo, pero psicológicamente es lo que tiene que superar.
El personaje del ex comisario no tiene salvación, está condenado y tiene una posición que sustenta lo que hizo y esto si lo saqué de la realidad. Me puse a leer declaraciones de torturadores y vi juicios en los que reivindicaban y justificaban lo que hicieron y donde afirmaban que la tarea quedó inconclusa.
-¿Desde el punto de vista de la estructura narrativa cuál es el lugar del contexto histórico? -El contexto es fundamental, veo muchas películas que no están sumergidas en un contexto, esta historia no pudo pasar en cualquier parte, estos chicos son producto de un contexto muy específico que fue la dictadura, chicos a los que mataron a sus padres y no lo supieron. Lo que pasó con estos chicos es un drama tan específico que parece ser único en la historia de la humanidad.
-¿Hay una postura como realizador con respecto a ese contexto? -Cuando uno se dedica a un tema como este, tan brutal, no puede ser “light”. Una cosa es sugerir, que a veces es más fuerte que mostrar, y otra cosa es lavar el tema. Yo no, sigo y sigo profundizando.
Si bien el tema es terrible no quiere decir que los personajes se queden sin esperanzas, conozco muchos casos de chicos que recuperaron su identidad y han hecho una vida. La misma institución de Abuelas es la comprobación de que hay una esperanza para la gente.
Tengo una postura con respecto a la dictadura que se nota en la película, pero trato de no decirla sino que el espectador saque la conclusión en base a lo que ve.
-¿Piensa que puede ser polémica esta película? -En algún sentido sí, después de que la proyectaron en un festival hubo gente que se emocionó y salió con lágrimas y otra, como una señora que se me acercó y me dijo que el comisario tenía razón con lo que decía.
Para hacer una película así no se puede ser cobarde, uno no puede no exponerse. Las películas que yo hago son para que se metan adentro de la piel del espectador y para que de pronto se encuentre pensando. Esa es la aventura de escribir un guion o de hacer una película y no puedo eludir el compromiso ideológico.