Río Cuarto, una ciudad de tránsito y portal en el camino

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Por Rosa Carbonari – «Río Cuarto se convierte así en una ciudad puertas abiertas al litoral y a las ciudades portuarias de quien comienza a depender y por donde arriban nuevos vecinos….»

Por Rosa Carbonari, docente de Historia (UNRC) – La ciudad de Río Cuarto es presentada como nudo de comunicaciones de las rutas del Mercosur y puerta natural al turismo de las sierras sur de Córdoba: dos improntas que remiten a una identidad de origen legendario, de su etapa fundacional y de su reconfiguración posterior.
Porque la invasión española a esta región estaba vinculada al móvil de la conquista y a la búsqueda de riqueza este espacio quedó asignado como factible puerta al dorado, a la ciudad de los Césares.
Esa obsesión fue el movilizador inicial el lo cual las tierras se hipotecaron en pos de alcanzar la meta. La desilusión y la ausencia de metales transfiguraron el lugar en la puerta de la Trapalanda. A la vez que la expansión se interrumpió al no poderse imponer dominio sobre el llano.
En el siglo XVIII, hacendados de las sierras próximas, articulados a la economía del espacio peruano, propietarios del llano y nuevos comerciantes españoles se aglutinaron para constituir población formal. La acción se amparaba en la política imperial defensiva-colonizadora que pretendía acordonar las Fronteras a decir de Sobremonte (1785). Una frontera difícil de transponer, espacio localizado a las puertas del enemigo (1781), en la garganta del infiel bárbaro del sur (1798) según expresaba el cura de entonces. Así, la puerta al paraíso se tornaba puerta al infierno y la frontera era una parada transitoria en el avance. Pero allí se debía asegurar la comunicación colonial.
Por ello la población formal se localizó en “el transito preciso para todas las Tropas de Carretas y Arrias del Reyno de Chile, San Juan, Mendoza y San Luis” (1797). Así, resguardar el camino de la economía colonial fue una estrategia que el poder español le asignó a la villa aunque posteriormente se optaran por otros caminos más seguros.
El proceso revolucionario a inicios del siglo XIX no implicó la ruptura de las comunicaciones entre Buenos Aires y Chile. Por el contrario, cuando se pierde el Alto Perú y la estrategia de cambio se proyecta por el cruce de los Andes, la región y la villa mantienen su lugar estratégico. Controlar la villa era controlar el paso y así lo entendieron los que protagonizaron las luchas internas entre cuadillos de interior y la política centrista de la primera mitad del siglo XIX.
Pero luego del corrimiento fronterizo se inaugura para la región y la villa otra historia. El espacio de tierra adentro da lugar a otro con pleno dominio del Estado. Las tierras se conquistan y la frontera llega a su fin. Tren, telégrafo, prensa y banco son los nuevos dispositivos locales que se conectan rápidamente al capitalismo. La región abre las puertas de una nueva promesa: producción agro-ganadera para el mercado mundial.
Río Cuarto se convierte así en una ciudad puertas abiertas al litoral y a las ciudades portuarias de quien comienza a depender y por donde arriban nuevos vecinos. La tierra se privatiza y los nuevos dueños construyen la política local al compás de la política nacional. La localidad cambia radicalmente y en la urbe se manifiestan otros controles. Son los nuevos hacendados de la llanura los que dictan el porvenir. Las nuevas vías de circulación mantienen la condición de centralidad de la ciudad, pero evidencia que el poder circula y se impone desde el llano. Así, la ciudad pampeana lleva consigo esa marca: la de estar en el camino y ser vía de acceso.
Por estar en el camino Río Cuarto nunca fue destino, sino que su marca se constituyó ser tránsito y portal en el camino. Actualmente; la reasignación y valorización diferente de los espacios del territorio junto a la reconfiguración espacial y temporal hicieron que se le asignara un nuevo rol de paso: puerta al turismo de las sierras del sur cordobés. Y es en esa mirada a la sierra y al paisaje serrano que se redescubre y visualiza un pasado colonial en articulación a la sierra que la modernidad soterró.

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