En su celular, Juan Sosa conserva el video con sirenas estridentes y gritos de aliento de la tarde en que volvió a Laboulaye después de su consagración futbolística. «En la ciudad soy reconocido como jugador», aseguró con una sonrisa que busca ser cómplice de su esfuerzo. A los 9 años un accidente automovilístico obligó a los médicos a la amputación de su pierna izquierda y desde entonces se impuso el reto de ganar el partido de su vida.
Juan tiene 35 años, es esposo y padre de un niño. La incapacidad motríz no le impidió desarrollarse en la práctica del fútbol y desde hace 10 años es una de las figuras del seleccionado nacional que convirtió a la Argentina en una potencia de la especialidad.
Ahora, apuesta por consolidar el equipo de la Provincia y busca que los riocuartenses sean parte de un proyecto que a él lo cambió para siempre.
«Cuando me convocaron era el único cordobés. Jugaba desde chico con mi prótesis en los potreros y me tuve que acostumbrar en el seleccionado a usar los bastones», recordó.
Antes de ser parte del combinado argentino, Juan tuvo que convencer a sus amigos de que podía disputarles de igual a igual el balón y así formar parte de los picados de cada semana.
«La gente tenía miedo de golpearme pero después me aceptó como jugador. Me hice respetar en las canchas con una prótesis», aseguró.
Al llegar a la selección sintió el orgullo de ser parte de un representativo de 40 personas que rápidamente obtuvo títulos internacionales.
«Fuimos subcampeones de la Copa América y pasamos de estar en el último lugar del ranking mundial a disputar palmo a palmo una Copa del Mundo. A la gente le llama la atención lo que alcanzamos», sostuvo.
Juan dijo que «el reconocimiento es lo más valioso porque con el fútbol le demostré a la vida y a la gente que puedo seguir luchando»
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