Nota a Carmen Sorondo – Primera parte
El riocuartense Alejandro Sorondo escalaba el Aconquija sin más armas que el ímpetu de quien enfrenta lo desconocido. Hacía dos años que era montañista y se medía con la provocación más compleja de su vida. Junto al guía Pablo Zelaya hicieron cumbre en el cerro tucumano y decidieron descubrirlo en su profundidad imponente y desafiante. Una tormenta de viento invernal los expuso el 2 de julio al designio de la muerte. Pablo conoció el milagro, pero Alejandro fue víctima de un golpe certero y fatal.
Carmen Sorondo cree que su hijo «cumplió el objetivo de hacer cumbre, aunque no pudo llegar a la cima de todos los picos del Aconquija, como tenía previsto».
«El desconocimiento de los vientos fue lo que definió esta situación. Además de ser muy ventosa la zona, este año las ráfagas están muy aceleradas por el cambio climático. Fue un accidente como cualquier otro», opinó.
La autopsia practicada al cuerpo reveló que un impacto violento provocó la muerte de Alejandro, un deceso instantáneo entre las cápas gélidas que recubrían el cerro.
«Recibió un golpe muy fuerte en la cabeza que lo desmayó inmediatamente y le provocó un derrame cerebral. Murió a la hora», precisó.
Carmen señaló que su hijo «no sufrió y eso es tranquilizador». «Pensar que pasaban los días de frío y lluvia y nosotros creyendo que estaba malherido, sin abrigo. Lo que vivimos fue una agonía, un infierno que duró un mes y medio», aseveró.
La naturaleza se empecinó con la vida de Alejandro y dejó como testigo del pasado una apuesta que no quiso negociar.
«Mi hijo pasaba muy buenos días en Tucumán. Trabajaba en la firma Bunge y estaba muy bien posicionado. Pero, él quería volver por nosotros y por su hermana. Quería ser independiente, le había llegado el momento de ser un hombre libre», manifestó.
Por Pablo Callejón (callejonpablo@yahoo.com.ar)
En Facebook: Pablo Callejón