Estar presente en una conversación del club de Toby es divertido y atemorizante a la vez. Los hombres con la lengua suelta son capaces de construir una visión de las mujeres que va de lo grotesco a lo gracioso, sobre todo cuando hablan de aquellas actitudes femeninas que los desesperan y los confunden. Veamos:
1. Tardamos demasiado en arreglarnos para lo que sea. Nos probamos diez opciones y nos quejamos («no tengo nada que ponerme») ante un closet lleno de ropa que rara vez usamos. Cuando estamos listas, salimos a pedirles consejo, y aún cuando él dice que sí, volvemos a cambiarnos porque hay algo que no nos gusta del todo, y es incluye inventarse otro peinado y ajustar el maquillaje a los colores del nuevo «look». En medio de una crisis de arreglo personal, a punto de llorar, llamamos a alguna amiga para que nos dé asesoría, y solo entonces volvemos al primer conjunto elegido y nos quedamos tranquilas.
Posible motivo: durante siglos fuimos censuradas por el hombre cuando se trataba de asuntos sociales; eran ellos quienes determinaba si estábamos vestidas adecuadamente para la ocasión. Nos quedan reminiscencias de esa actitud, pero calculo que en una o dos generaciones este rasgo desaparecerá por completo.
2. Tenemos una relación amor-odio con nuestra madre. «Pelean con ella dos o tres veces por semana, pero cuando se trata de pasarse remedios o hablar mal de uno, se olvidan de inmediato que acaban de gritarse por el teléfono», dice un amigo.
Posible motivo: las peleas importantes entre madre e hija se dan a niveles sutiles y casi siempre en privado, lo demás son discusiones, diferencias por cuestiones cotidianas. Dato importante: cuando la solidaridad entre mujeres va por encima de la rivalidad, es un signo de buena salud emocional.
3. Justo cuando hay prisa por salir a alguna parte, nos retrasamos porque algo perdimos, las llaves, los lentes de sol, la billetera. Vaya, perderíamos la cabeza si no la trajéramos puesta.
Posible motivo: desconocido.
4. Somos difíciles de descifrar, tenemos respuestas múltiples que ellos tienen que integrar en menos de cinco segundos (lenguaje, estado de ánimo, forma de vestir, día del mes, etc.), so pena de pasar por «insensibles».
Posible motivo: somos seres más complejos, multifactoriales, multivectoriales. Desde hace muchos siglos tenemos repartida la atención en varias labores y personas (los hijos, las otras mujeres de la comunidad, los ancianos); de todo ello recibimos estímulos que se elaboran y se asimilan en distintos niveles de importancia.
5. Ir a bodas, bailar en las bodas, organizar bodas, hablar sobre bodas, subir cientos de fotos de bodas a Facebook… Ellos odian nuestra afición por el tema boda.
Posible motivo: tal vez a ellos les atemoricen las bodas por el asunto del temor al compromiso, o quizás es sólo que las bodas conservan un sinfín de detalles y momentos que a las mujeres nos resultan atractivos en sí mismos (el arreglo personal, los vestidos de las demás, la novia, la decoración, las flores, la música, el lugar, las ideas del menú, etcétera).
6. «Las mujeres se complican demasiado, especulan, ven cosas donde no las hay, se arman un castillo gigante, se pasan películas, quieren tener control de cada posibilidad».
Posible motivo: ver punto 4.
7. Este es un clásico: «¿Por qué tienen que ir juntas al baño? No es justo, podrían ir por separado, reflexionar a solas, qué se yo. ¿No tienen autonomía para orinar?».
Posible motivo: las mujeres no sólo vamos a orinar al baño, sino que hacemos varias cosas que nos reafirman tanto física como emocionalmente. Es cierto que hablamos de los demás, pero también hablamos de nosotras, de algo que nos pasó y que nos gusta comentar en privado; también nos ayudamos con emergencias sanitarias, nos damos cumplidos, nos apoyamos, nos cuidamos.
8. Salvo honrosas excepciones, se desesperan si van de compras con nosotras, de hecho, odian todo el ritual. Se preguntan por qué nos detenemos a mirar cada aparador, por qué nos probamos ropa que no vamos a llevar, por qué caminamos horas y horas sin comprar nada.
Posible motivo: hay una diferencia muy grande entre comprar e «ir de compras». La primera es una cuestión práctica de satisfacción material, la segunda es una exploración que no tiene que ver con lo material sino con lo estético y lo emocional, y es algo que se va construyendo por experiencias acumulativas. Ir de compras nos da la posibilidad de ensayar nuestra imagen en distintas posibilidades, de explorar cómo vibramos con ciertos colores, de averiguar con qué línea o con qué curva nos sentimos mejor. En resumen, es una forma de expresar nuestra individualidad a través de la imagen que nos brinda el espejo, y es comprensible que a los hombres no les guste mucho ser parte de él.
9. Ellos sienten que las mujeres usamos el sexo como premio o castigo. Dicen cosas como: «Cuando peleamos, mi novia no quiere tener relaciones conmigo, me está castigando. Y cuando todo está saliendo bien, hasta rompemos record de episodios».
Posible motivo: sí, hay mujeres que convierten el sexo en manipulación, pero no creo que sea una estrategia generalizada. Ocurre que para nosotras no es tan sencillo separar el sexo de los problemas de pareja; si hubo una fuerte discusión, es probable que no tengamos muchas ganas de tener relaciones sexuales hasta que se calmen las aguas o se cierre el asunto, pero es porque nos sentimos con un nudo interior que no nos deja entregarnos a la experiencia sexual.
10. Muchos hombres se desesperan cuando nos piden opinión para salir o decidir qué comer y les respondamos «a donde tú quieras» o «lo que a ti se te antoje».
Posible motivo: hay veces que no queremos decidir por comodidad o para evitar el conflicto, pero también queremos que nos sorprendan llevándonos a un lugar que pueda resultar especial para nosotras en ese momento. Es como una prueba de creatividad y empatía (pero lo cierto es que pocas veces funciona).
Fuente. Yahoo