Opinión Mesa de la Diversidad
Especial para TD Digital
Opinión Mesa de la Diversidad
Especial para TD Digital
Este próximo 15 de Julio celebramos el flamante primer año de vigencia de la Ley de matrimonio igualitario (mal llamado homosexual). Este proyecto aprobado por una mayoría representativa de ambas cámaras del Congreso fue repudiado, alabado, desmentido, etc., pero discutido al fin. A un año de este hecho seguimos aquí; el mundo no se destruyo, la sociedad no se sumió en el caos y nada horrible le ocurrió a los niños adoptados por parejas del mismo sexo, como afirmaron algunos personajes que vociferaban qué se pensara en los menores.
Esta graciosa y, tal vez, lamentable introducción aclaratoria es absolutamente necesaria. Frente a todos los pronósticos adversos sólo podemos levantar la voz para decir que hemos superado con creces esas lamentables demostraciones de pánico e ignorancia. La ley fue un éxito, eso no sé duda. Pero no sólo por lo simbólico de la votación y la aprobación de la norma, lo verdaderamente rescatable es la apertura de un nuevo espacio plural de discusión, uno que debería existir en toda sociedad lo suficientemente madura para definirse civilizada.
El debate que se suscitó antes, durante y, por fortuna después, es lo que conmemoramos. No sólo lo hecho, que es importante, sino lo que todavía queda por hacer, por hablar, por reconocer. Abrir las puertas a la diversidad sexual, étnica, cultural y de género es algo fundamental para comprender el delicado entramado social del pueblo argentino. Durante años, leyes obsoletas y absurdas, fueron construyendo barreras infranqueables que dividieron y enemistaron a la sociedad, muchas de ellas basadas en las costumbres más conservadoras y retrógradas de nuestra historia. Pero no hemos de retornar al pasado para regodearnos de las miserias de estos tiempos, lo hacemos para aprehender de ellos y crecer positivamente.
Pero a la luz de estos hechos, ¿tanta falta nos hacia está ley? Sí, claro que sí. Pero lo era en función no solo por su importancia legislativa y modernizadora, también en su calidad de oportunidad para que todos los involucrados, directa o indirectamente afectados por la misma, pudieran deliberar al respecto de otros temas claves, además del matrimonio, como el de las familias “diversa”, el pleno reconocimiento frente a una autoridad pública de la identidad de los niños de estás familias, los derechos de sucesión y jubilatorios, el reconocimiento de la cobertura médica y la responsabilidad de la pareja en situaciones hospitalarias. Al f1n, lo más importante: combatir la discriminación, uno de los grandes problemas modernos.
Ese 15 de julio toda la nación esperó en vilo durante esas catorce horas para ver cual sería el destino de los derechos de miles de individuos. Era evidente que cualquiera hubiese sido el resultado aun faltaría mucho para que los derechos civiles sean una realidad efectiva para todos y todas. Claro está que muchos otros avances se han producido en el nuevo siglo que nos ilumina: reconocimiento de la violencia de género en la ley nacional 26.485, de los abusos en materia laboral por las condiciones sexuales, la aprobación de la ley de educación sexual. Esta es, creemos, la mejor visión que un pueblo demuestra de su compromiso con la tolerancia y la paz social. Es un compromiso que debemos asumir con total honestidad y férrea convicción.
No hablamos de revoluciones, de violencia y segregación. Se pedía el simple y elemental reconocimiento de un segmento de la población para ser integrada en plena calidad de ciudadanos, tan claro como eso, ni de primera ni de segunda. Y que estas victorias sean para todos, para que ser soberanamente libres de decidir vivir tal cual somos y no como la sociedad, de manera hipócrita, nos señala que seamos. No podemos, no debemos permitir esto. Esta ley representa esa posibilidad, la de decir cuándo quiero, cómo quiero y con quién quiero compartir lo bueno, lo malo y lo extraordinariamente inesperado de la vida.
Hace un año ya que disfrutamos de esa libertad, que podemos decir que nos sentimos acogidos y protegidos por un estado, mejor, un pueblo que empieza a entender que, sin todos los buenos elementos que se estaba perdiendo nunca iba a llegar a ver lo mejor de sí. Pero es largo todavía el camino que queda: el reconocimiento de la identidad de género, la abolición de los emblemáticos códigos de falta provinciales que se usan discrecionalmente para perseguir y castigar lo diferente. Eso es nuestra lucha, eso celebramos y por ello levantamos las banderas de la diversidad para trabajar en conjunto por una sociedad justa, equitativa e igualitaria.
Mesa de Concertacion de la Diversidad
ATTTA Río Cuarto
CIVITAS asociación Civil
Agrupacion Eva y Eva Río Cuarto