«A pesar de mí misma, iré”, dicen que había dicho la ensayista y escritora Beatriz Sarlo al anunciar su presencia como invitada de lujo al programa 6, 7, 8.
–Viniste, Beatriz, a pesar tuyo –le decimos.
–No, querido, vine cumpliendo una palabra.
Sarlo es tajante. Llega sobre la hora, viste un pantalón oscuro, botas rojas, tapado rojo, sonríe al caminar por los amplios pasillos del canal con un cierto andar entre coqueto y desenfadado burlón, maquilladísima (hubo quien preguntó en voz alta si Sarlo estaba llegando de un vuelo de Miami: “De Florianópolis”, le respondió otro gracioso).
En el set y en los pasillos del canal, el nerviosismo fue mayor al habitual. La presencia de Sarlo en 6,7,8 coincidió con el lanzamiento de su nuevo libro, La audacia y el cálculo, Kirchner 2003-2010, ese mismo que la editorial de Sarlo, Random House-Mondadori, aprovechó para difundir enviando gacetillas donde anunciaba que, justamente, Sarlo iba a hablar de su libro en Canal 7. Pero Sarlo, ay, no habló de su nuevo libro. No quiso hacerlo.
El primer cigarrillo post maquillaje y los primeros diálogos: con la joven asistente que hizo todo por conseguir dar con ella, con el productor Diego Gvirtz, con los panelistas, sobre todo con Carlos Barragán, y el saludo gélido, rápido como un golpe de ojos, con Sandra Russo y Nora Veiras. Más allá, detrás de unos paneles que un periodista casi derriba en su torpeza, había mucha gente: fotógrafos, los chicos de La Cámpora y las chicas de la carrera de Letras de la UBA. También estaban dos corresponsales del diario brasileño Folha de São Paulo, quienes vienen siguiendo el fenómeno del kirchnerismo, pero sobre todo del antikirchnerismo. Uno de ellos le pregunta a Sarlo con ingenuidad, antes del primer minuto:
–¿Está nerviosa, señora Beatriz Sarlo?
–Nooo nene: ¡re-sig-na-da!
Aplaudidísima apenas logra sentarse a la mesa, con las cámaras en “on”, Sarlo lució un ingenio que quiso ser inglés: citó a Wilde, teorizó sobre la BBC, mencionó la palabra lyrics con tonada más bien estadounidense del middle-west. Y confesó que la deprime pensar en las coincidencias entre su pensamiento y el diario de la calle Mitre.
Corte. Los panelistas huyen a los camarines para fumar. Sandra Russo habla con Gvirtz: “No se está dando en el blanco del debate”, dice ella. Gvirtz dice que sí se está dando. “Pero fijate que en definitiva ella está más de acuerdo con nosotros de lo que ella misma dice”.
Vuelta al set.
-¡Ubicados! ¡Hay que ubicarse! –grita un técnico, que desespera para que los panelistas ocupen sus lugares.
Sandra Russo, pura simpatía, repite con sorna las palabras del técnico:
–¡A ver si nos ubicamos!
En las tribunas, o parados, están la mujer de Forster, bellísima, jóvenes sentados en el piso, con remeras del canal Encuentro, de Cristina y El Eternauta. Y chicos discapacitados, y una chica pelada que al final del programa exige aplausos al “coraje de Sarlo por haber venido aquí”.
Pero antes, en un corte, le preguntamos:
–Estás como a la defensiva, Beatriz, ¿te sentís atacada? ¿La estás pasando mal?
–Estoy acostumbrada: soy una fighter.
–Ah.
Terminado el programa, un joven del canal quiere hacerle otra entrevista:
–No, querido, pará un poco, me vienen haciendo guardia desde el Hospital Argerich, estoy que no doy más.
Y ahí Tiempo le hace el último pedido.
–Una palabra final…
–Que pude haber sido más mala.
Los medios de ayer coincidieron en asegurar que fue fructífero el encuentro entre los periodistas de 6,7,8 y la intelectual al que el diario La Nación define como “una de las cabezas más lúcidas del país” (pero que el extinto David Viñas solía llamar “la imbécil”).
Hay que celebrar que Sarlo haya ido al programa. Hay que celebrar que la hayan invitado
Fuente: Tiempo Argentino