En una emotiva ceremonia, el Papa proclamó beato a Karol Wojtyla y decretó que su fiesta se celebrará los 22 de octubre. Asistieron a la ceremonia 87 delegaciones de todo el mundo, también de Argentina encabezada por el canciller Héctor Timerman.
El papa Benedicto XVI proclamó este domingo «beato» a su predecesor Juan Pablo II (1978-2005) durante una imponente y multitudinaria ceremonia celebrada en la plaza de San Pedro ante decenas de miles de personas provenientes de todo el mundo, que ovacionaron y aplaudieron.
El Papa, que llevaba la casulla y la mitra de Juan Pablo II, pronunció la fórmula en latín a través de la cual elevó a la gloria de los altares a su predecesor, con quien colaboró durante 23 años.
«Concedemos que el venerado Siervo de Dios Juan Pablo II, papa, sea de ahora en adelante llamado beato», proclamó.
Un largo aplauso y gritos como en el día de los funerales de «Santo subito» (Santo ya) estallaron en la plaza, llena de gente que enarbolaba banderas de numerosas nacionalidades, entre ellas polacas, españolas y brasileñas.
La emoción reinó entre los representantes de 87 delegaciones de países extranjeros y sobre todo en aquellos que lo conocieron de cerca, como el cardenal polaco Stanislao Dziwisz, secretario por más de 40 años de Juan Pablo II.
«Percibíamos el perfume de su santidad», reconoció durante su homilía el Papa alemán, quien elogió «la fuerza de un gigante» que tuvo para «invertir» la tendencia de «la sociedad, la cultura y los sistemas político y económicos» de abandonar el cristianismo.
Una inmensa fotografía de 1995 de un sonriente y saludable Karol Wojtyla, desplegada en el balcón central de la basílica, fue desvelada en el momento de la beatificación.
Durante la ceremonia, que se celebró bajo un sol templado, el Papa usó también el cáliz que Juan Pablo II empleó en los últimos años.
El culto litúrgico del nuevo beato será celebrado el 22 de octubre de cada año, en el aniversario del comienzo del pontificado de Juan Pablo II en 1978.
La beatificación del Papa polaco, quien falleció el 2 de abril de 2005 a los 84 años tras una larga enfermedad, es el paso previo a la canonización y se llevó a cabo en un tiempo récord, «de razonable rapidez», reconoció Benedicto XVI, al ser inferior a los cinco años habitualmente necesarios para iniciar el proceso.
La policía de Roma calcula que más de un millón de personas llegaron a la capital, la mayoría de ellas para asistir a la beatificación, pero también al tradicional concierto que se celebra en la capital por el día internacional trabajo.
El nuevo beato, entre los papas que más tiempo han ocupado el trono de Pedro, transformó el rostro de la Iglesia en casi 27 años
de pontificado.
En total 22 jefes de Estado y de Gobierno asistieron al evento, entre ellos los presidentes de México, Felipe Calderón, de Honduras, Porfirio Lobo, y el controvertido presidente de Zimbabue, Robert Mugabe.
La presencia de la canciller alemana, Angela Merkel, inicialmente confirmada, fue desmentida poco después por el Vaticano, mientras casi todos los países latinoamericanos enviaron importantes delegaciones para rendir homenaje al pontífice que recorrió la región de punta a punta.
La víspera, una «noche blanca» de oración y preparación fue celebrada por unas 200.000 personas, la mayoría jóvenes, en el Circo Máximo, en el centro de Roma, mientras el 2 de mayo será oficiada una misa de acción de gracias en la Plaza de San Pedro, presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado.
El féretro de Juan Pablo II será expuesto más tarde en la basílica para la veneración de los fieles así como una preciosa reliquia con su sangre.
La sepultura definitiva de los restos de Juan Pablo II se realizará sucesivamente en forma privada en la basílica de San Pedro, en la capilla de San Sebastián, al lado de la capilla en donde se encuentra la célebre estatua La Piedad de Miguel Ángel, en el ala derecha del templo.
La beatificación de uno de los pontífices más populares de la historia reciente, que viajó por todos los rincones del planeta y utilizó todo tipo de medios de comunicación para llevar su mensaje al mundo, convierte su papado en uno de los emblemas de la Iglesia de la era moderna.
El pontífice juvenil, deportivo, accesible, que escalaba montañas, esquiaba y bromeaba, fue inflexible hasta el final sobre temas como el control de la natalidad, el aborto y el divorcio.
La comisión de cardenales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos aprobó en enero pasado el milagro atribuido a
la intercesión de Juan Pablo II, para lo cual se escucharon inclusive a los detractores.
Se trata de la curación «inmediata e inexplicable», en junio de 2005, de la monja francesa Marie Simon-Pierre, quien sufría el mal de Parkinson, la misma enfermedad que afectó al jefe de la Iglesia
católica.
Un lugar especial ocupó la monja, de 50 años, enfermera de profesión, quien estaba acompañada por una delegación de religiosas.
El Vaticano tendrá que atribuir otro milagro a Juan Pablo II tras su beatificación antes de declararlo santo.
«Que emoción estar aquí, no me imaginaba poder asistir», contó la monja colombiana Patricia Fajardo, quien acudió con otros compatriotas.