Con su estampa desaliñada y su habitual incorrección política, el Dr. House que da título a la serie de televisión homónima consolidó un nuevo arquetipo de ídolo que antepone los déficits a las cualidades, una fórmula que además de sumar adeptos en el terreno audiovisual ha inspirado una serie de flamantes libros basados en esa singular filosofía.
Dr. House es una de las series más celebradas de la telelevisión norteamericana y una de las más exitosas en la historia del medio, pese a que (o justamente por eso) su protagonista avanza por la vida granjeándose el fastidio de sus congéneres por su temperamento engreído y malhumorado En junio de 2009 fue el programa más visto en todo el mundo con casi 82 millones de espectadores en 66 países según la consultora Eurodata TV Worldwide.
Munido de su aire arrogante y su tendencia a creer que la razón está siempre de su lado, hace ya siete temporadas que Gregory House pasea su figura cojeante por los pasillos del hospital donde despliega su incuestionable sabiduría para diagnosticar enfermedades extrañas, al mismo tiempo que se hace una pausa para tomarse su impostergable Vicodin, un analgésico de origen opiáceo con el que intenta mitigar el dolor de su pierna enferma.
El médico que compone el actor inglés Hugh Laurie está lejos de haber obtenido de manera azarosa los miles de fans que ostenta en todo el mundo: por el contrario, su tipología es tal vez una de las secuelas más nítidas de una época atravesada por una nueva modalidad de espectador que adhiere a una televisión autorreferencial y paródica basada en la repetición de fragmentos de otros ciclos con un fin «ridiculizante».
El surgimiento de House contrarrestando el arquetipo de doctor altruista de los 60 viene a cuento de toda una genealogía de antihéroes elevados a la cima de la popularidad en reemplazo de aquellas criaturas impolutas y «bienintencionadas» que poblaron la televisión de otras décadas, como Mc Gyver o el Superagente 86.
«Ahora funcionan las emociones fuertes, los personajes agrios, capaces de manipular a los demás y utilizarlos para sus intereses. Ellos son los hijos bastardos del J.R. de `Dallas`, la mala leche elevada a la máxima potencia, y de entre ellos, el primogénito avanzado es el Dr. House», sostiene el periodista español Toni de la Torre en un flamante libro que funciona a contramano de los clásicos manuales de autoayuda.
La obra, titulada «Dr. House. Guía para la vida» y editada en la Argentina por Ediciones Continente, reúne alguna de las máximas del hombre que hizo una bandera de la honestidad brutal y se mueve a contramano del sentido humanitario que el imaginario popular le asigna a su profesión.
«La sabiduría no consiste en aprender de los errores, sino en lamentarse de ellos», «Rechace las opiniones de los demás aunque piensen lo mismo que usted» o «Todo el mundo miente», conforman los puntos salientes de este «Pequeño House Ilustrado» que funciona como un manual de antiayuda y refuta la validez de una moral «bienpensante» amparada en la búsqueda de la felicidad y la ayuda al prójimo.
Con la acidez que lo distingue, el médico más famoso suele diagnosticar que la felicidad está sobrevolarada en detrimento de la amargura y que el ser humano necesita de infortunios, delirios y catástrofes para sortear el tedio que representa la búsqueda -estéril- de la felicidad.
«Pues no basta con tener un mal día: hay que conseguir que todos los días sean pésimos. Sólo viviendo una vida llena de amargura y mal humor, logrará parecerse (aunque sea de lejos) al genial Dr. House», aconseja de la Torre escritor y periodista especializado en televisión y nuevas tecnologías.
«Dr. House. Guía para la vida» desparrama sobre el lector toda clase de frases lapidarias y comentarios mordaces que reproducen el carácter antisocial del singular médico, todo para desembocar en una disección de su modelo triunfador, cimentado a base de malos modales, xenofobia, incorrección política y una misoginia que desmaya de amor a las mujeres.
Simultáneamente apareció por estos días «Guía no oficial de House» (también de Ediciones Continente), una obra de Barbara Barnett que exhibe con afán enciclopédico su riguroso conocimiento de la serie que emite la señal Universal, desde los aspectos escenográficos -decorado, música, vestuario- hasta la relación que el ciclo establece con la ética, la religión y la medicina.
«Quizá la serie debe su éxito al diálogo ágil: el rápido humor de los disparos del guión. Los guiones de la serie son verdaderamente denso y proponen un ritmo muy rápido: un crudo contrapunto a un Gregory House físicamente incapacitado y, de paso, lento», arriesga la autora a propósito del éxito del programa.
La obra de Barnett -si bien subjetiva y algo distorsionada por la fascinación que le genera el personaje- no deja nada librado a la ignorancia del lector: capítulos sobre el guión, los personajes, y una guía que analiza episodio por episodio todo cuanto aconteció se intercalan con el estudio de las luchas y tensiones de House.
Varias veces se han señalado las simetrías entre House y Sherlock Holmes -el detective literario creado por Arthur Conan Doyle en 1887-, una analogía que tanto «Guía para la vida» como «Guía no oficial…» no dejan afuera de su alcance.
Así, mientras el libro de De la Torre enumera en un plano desdoblado los paralelismos entre ambos, Barnett se detiene en algunas coincidencias -la aplicación de la lógica y la intuición para resolver misterios médicos, el consumo de cocaína en el caso del investigador victoriano y de vicodín en el de House- pero aclara que el médico también admite otros referentes.
«Sherlock Holmes no es el único antecesor literario o de la cultura popular de House. Su herencia incluye una larga historia de héroes y antihéroes literarios y cinematográficos. Parte de (Lord) Byron, parte Sherlock, con un poco de Quincy, Gillespie, algo de Batman en `El caballero de la noche` y una generosa porción de Fox Mulder (`Expedientes X`)», indica.
Ambos libros se suman a «La filosofía del Dr. House» un trabajo de William Irwin y Henry Jacoby publicado el año pasado que intenta construir un discurso filosófico a partir del personaje del galeno y hallar las respuestas a los grandes interrogantes universales de la filosofía gracias a los actos y dichos del doctor.