La incorporación de jurados populares en la desacreditada Justicia cordobesa apuntaba a integrar a la racionabilidad técnica de los magistrados la íntima convicción que emerge del sentido común. La marcha del perejilazo para pedir por la libertad de Gastón Zárate fue una sentencia social sin estrados ni banquillo en la causa Nora Dalmasso. Puro sentido común.
Los miles que salieron a la calle en el verano del 2008 reconocían inverosímil e intencionada la estrategia de encarcelar al pintor por el complejo homicidio en la villa donde emerge sin pudor la ostentación del poder riocuartense. La mirada clasista de la investigación, la urgencia social, la presión política temerosa al impacto del asesinato impune y las premisas de especialistas con lujos de hotel de primera clase derivaron en la hipótesis del pintor.
El requerimiento para solicitar el sobreseimiento de Gastón Zárate imputado de abuso sexual, homicidio y hurto revela que la acusación se sustentó en débiles especulaciones, una adolescente fanfarroneada del acusado durante una reunión de amigos y la enmarañada reconstrucción del presunto robo de un celular que nunca se halló y por el que el fiscal de Instrucción Javier Di Santo aún sostiene sus sospechas primarias.
Con estas flaquezas probatorias, el entonces triunvirato de fiscales que completaban Marcelo Hidalgo y Fernando Moine se animó a sostener que el 25 de noviembre de 2006, entre las 3,30 y las 7 de la mañana, Zárate habría ingresado al predio de la vivienda sobre la calle 5 y tras ascender por los muros externos ó una pérgola de madera habría accedido al interior de la habitación matrimonial, sobre la planta alta.
Desde allí se habría dirigido a la habitación de la hija de los Macarrón, donde descansaba Nora desnuda y dormida. El pintor se habría abalanzado sobre la víctima “aplicando para ello presión con sus dedos y, presumiblemente, con el cinto de una bata de toalla que la mujer frecuentemente usaba cuando terminaba de bañarse y que se hallaba en la habitación”.
“Ante este despliegue de violencia a su merced y sin posibilidad de defenderse, la habría accedido carnalmente al menos en dos ocasiones vía vaginal y anal, tras lo cual, con el cinto de la bata de toalla, ejerció presión sobre el cuello de la víctima efectuando un ajustado doble lazo alrededor del cuello, que habría sujetado con dos nudos y sumó una fuerte compresión manual, mecanismo mixto que le provocó en el cuello un surco horizontal”, resaltó Di Santo en su acusación.
Añadió que antes de alejarse, Zárate habría robado dos celulares pese a que en la vivienda había otros elementos de mucho más valor y, seguramente, menos incriminatorios.
La descripción del móvil del hecho es aún más incomprensible cuando se la compara con la acusación del otro imputado, Facundo Macarrón, quien habría matado a su madre tras un acto de abuso pero “sin acceso carnal”.
La admisión
En la fundamentación del fiscal sobre el planteo de prescripción se reconoce que “a esta altura de la investigación, y sin profundizar sobre las visibles contradicciones sobre si estaba o no abierta la ventana del dormitorio matrimonial –por donde habría accedido a la vivienda Zárate la noche del crimen-, podemos sin mayores esfuerzos inferir, que entre otros elementos de valor probatorio, lo que involucró a Zárate en el hecho fue la desaparición del teléfono celular”.
La vaguedad del resto de la presuntas pruebas e indicios obliga al fiscal a asumir el presunto robo del teléfono como el argumento casi excluyente para que el joven pintor estuviera cuatro años imputados por un crimen que no cometió. Detenido y liberado en horas por la indignación popular, Zárate fue el símbolo de los desvaríos en la causa.
Di Santo admitió que “no se aprecia cual pudiera haber sido el interés en la apropiación por parte del autor del delito contra la vida, de un celular fuera de uso alejado de la escena del crimen”, aunque insiste en que “aún en el caso que se entendiese que fue el mismo Zárate quien sustrajo el aparato la conducta delictiva reprochable no excedería el delito de hurto simple, el que a la fecha se encuentra prescripto”.
Expresó el investigador judicial que “tampoco puede reputarse como de trascendencia convictiva el resultado de las escuchas telefónicas ordenadas”.
«Pero, más allá de cualquier especulación al respecto, lo que termina indefectiblemente por alejar toda sospecha sobre Gastón Zárate, es el resultado categórico de los estudios genéticos”, sentenció.
El informe del FBI y el cotejo de muestras de ADN elaborado por el Centro de Estudio Forense de La Florida apunta, fundamentalmente, al hallazgo de linaje Macarrón y ADN del viudo en la zona genital de la víctima, recortes de la bata con la que estaba cubierta y el cinto de toalla que el asesino utilizó para ahorcarla. Sin embargo, el valor determinante del estudio es puesto en duda por su gestor, Jack Ballantyne, y el voluptuoso expediente aún no le permite al fiscal cercar el círculo de sospechas sobre el hombre que asegura haber permanecido la noche del crimen en Puntal del Este, donde ganó el único torneo de golf en su vida. ¿Es Marcelo Macarrón el próximo en la lista que ya ocuparon Magnasco, Zárate y Facundo?
Bromas pesadas
El fiscal desnuda en las contradicciones y versiones ficcionales de Zárate las mañas de un fabulador, aunque lejos está de revelar las conductas de un homicida. En el dictamen de 98 páginas hay numerosos testimonios sobre el celular Samsung “con tapita” presumiblemente robado en la escena del crimen donde no se halló ningún rastro del pintor.
“…que me metí, la maté y la violé es mentira. Esos cargos son mentiras”, señaló Zárate ante el fiscal, previo a dar su versión sobre el teléfono que le habría regalado a su novia en la fecha contemporánea al homicidio que conmocionó a Río Cuarto y lo hizo noticia nacional durante meses.
En la resolución también se hace referencia a Carlos Curiotti, el amigo del pintor, quien escuchó la inverosímil versión por la cuál se intentaba acreditar la autoría del crimen.
En una bravuconada de perejil durante una reunión de amigos, Zárate describió con términos grotescos a Nora y prometió que “la partiría como un queso” porque “ella quería algo” con él. Luego, inventó la historia de la presunta violación en la que incorporó a un supuesto cómplice y el uso de un consolador.
El delirio argumental de Zárate ligado con la trama del celular fueron motivos suficientes para que el 9 de febrero se decidiera la imputación y detención del joven albañil, sin demasiados recursos para profundizar su acusación. Horas antes, Di Santo, Hidalgo y Moine habían hallado el visto bueno a la aventura por parte del fiscal General Gustavo Vidal Lascano. Del cóctel de funcionarios, solo Di Santo sobrevivió en la causa y de su actuación posterior pareció surgir una búsqueda menos antojadiza de la verdad real.
La estrategia que se repite
El pedido del abogado de la familia de Nora, Diego Estévez, para que se insista con el entorno de trabajadores en la búsqueda de un psicópata asesino tiene preocupantes y frustrados antecedentes. Para hallar al perejil desembarcaron especialistas de la División Investigaciones de la Policía de Córdoba que cómo triste desenlace de sus tareas fueron acusados de recepción de dádivas por disfrutar de un costoso alojamiento en el hotel a metros de la Municipalidad.
En el fallo de Di Santo para pedir el sobreseimiento de Zárate ante el juez de Control Daniel Muñóz, se describió que dos efectivos – Mario Cesar Simbrón y Diego Osorio- recibieron “la instrucción en orden a una de las hipótesis investigativas tendiente a obtener información de todos los obreros que hayan trabajado en la casa de la victima, desde tiempo atrás hasta la misma fecha del suceso donde perdiera la vida la Señora Nora Dalmasso”.
Allí comenzaron una serie de tomas testimoniales que los testigos relacionados con Zárate refieren “absolutamente desiguales” a las ejecutadas con el entorno de la víctima. Curiotti aseguró que no dijo lo que aparece en su declaratoria y denunció apriete policial. Por su parte, la novia de Gastón realizó una presentación por maltratos de los efectivos policiales que el fiscal de Instrucción Walter Guzmán nunca profundizó.
Para los policías Simbrón y Osorio las sospechas sobre Zárate, por sobre lo que podría surgir con el resto de los trabajadores, radicaba en que “a raíz de su estructura física y corta edad se le hacía muy fácil ingresar a la vivienda por lugares no convencionales, con la particularidad que este trabajaba desde hace tiempo en la casa de la Familia Macarrón, conociendo además los horarios de dicha familia».
Además, sostuvieron que Gastón -a quien calificaron como «algo nervioso y fabulador»- podría sufrir de diabetes y relacionaron la patología con “los resultados de la prueba del semen donde no se habían detectado espermatozoides»
«Existe la posibilidad que las personas que tienen este tipo de enfermedad, en algunos casos, son estériles», señalaron.
Al contexto de conjeturas sumaron que el 24 de marzo del 2006, Gastón fue denunciado por su madre a quien presumiblemente había atacado con golpes de puño tras una discusión por el embarazo de su novia.
Sin más razones que las expuestas , con el supuesto robo del celular de la hija de Nora como principal especulación acusatoria y con el informe genético como clave absolutoria, el fiscal Di Santo decidió disponer la desvinculación del pintor devenido en perejil. Como describió su madre, Gastón Zárate vivió el tiempo de la imputación como “un actor de cine” en un film de clase B donde el tiempo de los malos está siempre presente.
Por Pablo Callejón (pjcallejon@yahoo.com.ar)