Foto: Susana Hentona muestra la ropa para eludir la radioactividad que aún conserva en una bolsa de nylon.
ANTICIPO TD – PRIMERA PARTE
El viernes 11 de marzo, a las 14,40 de Japón, en la madrugada argentina, Susana Hentona se redescubría en la impotencia de un país sometido a una de sus peores tragedias. La mujer riocuartense se encontraba en Saitama, a poco más de 200 kilómetros del epicentro del terremoto que sirvió de antesala al tsunami devastador. Allí donde la paciencia y el orden es un arte, todo comenzaba a desmoronarse. Diez días después, de regreso a la ciudad, Susana cuenta una experiencia conmovedora.
– ¿Donde se encontraba el día en que tembló Japón y se conmovía el mundo?
– Estaba en Saitama, a 230 kilómetros del epicentro. Todavía no he superado lo que ocurrió.
– ¿Qué vivió en ese momento?
– Estaba dentro de un supermercado, recién entraba y todo era normal. Estábamos acostumbrados a tener dos ó tres temblores de tres grados por semana. Ese día todo se movía más de lo normal y comenzó a caer todo de las estanterías. Salí del lugar y la gente corría desesperada, se vino con toda su furia. En la provincia donde vivía llegó a 8 puntos en la escala de Richter. Lo peor fue la duración: casi 4 minutos y medio que fueron interminables.
– La tierra no paraba de moverse…
– No… los pies no encontraban una posición para quedarse quietos… los árboles tocaban el piso y yo buscaba salvarme. Fue terrible, horroroso. Se detuvieron los trenes, los teléfonos no andaban y no había luz.
– Y cuando paró el terremoto, ¿que quedó del lugar?
– No paraba de moverse. Se siguió moviendo la tierra levemente, paró 5 minutos y no había nada, ni luz, ni autos, nada. A las 3:12 vino el segundo terremoto fuerte y fue terrible. Nosotros que estamos encima de Tokio no sufrimos daños estructurales graves y el tsunami por suerte no llegó.
– Esto habla de la estructura que tiene Japón para enfrentar los sismos…
– Toda la construcción nueva de Japón es bien antisísmica. Estuve en Tokio y vi edificios de 15 pisos con grietas de 5 centímetros que seguían parados. En toda la semana posterior temblaba constantemente, todos los días había sismos de 5 a 6 grados.
– Había una realidad que usted sufría en carne propia y otra complementaria que mostraban los medios de comunicación de ciudades que desaparecían por el tsunami. ¿Cómo vivía esas imágenes?
– La televisión japonesa no mostraba lo que pasaba. Nos enteramos de la gravedad al otro día por radios y canales españoles. Pasadas las 20 horas Japón decía que había 44 muertos y en España hablaban de 1.600. Nos preguntábamos que pasaba y pensamos que evitaron dar información para no generar pánico.
– ¿Cómo reaccionaba el pueblo japonés ante la tragedia?
– Normal, increíblemente normal. Como ocurrió el viernes y las fábricas dejaban de trabajar no se notaba tanto. Pero el lunes no funcionaban los trenes y allí muchos cerraron.
– Más que nunca se notaba la presencia de una argentina en japón: usted estaba desbordada emocionalmente y ellos con su particular cautela…
– Ellos seguían normal. Salían a hacer las compras, caminaban. Fríos, muy fríos. Escuché en un noticiero que una mamá joven decía que tenía terror pero la vida seguía y no quería asustar a sus hijos. Yo si tenía a mis hijos allí me tomaba el primer avión.
Por Pablo Callejón (pjcallejón@yahoo.com.ar)