Llevamos tres años desde que la crisis económica en EEUU golpeó gran parte del mundo desarrollado y a sólo una fracción del mundo en desarrollo.
Gracias a la inyección de liquidez y a una política laxa de tasas de interés los mercados lograron mostrar “recuperación”, llevando con ello algo de tranquilidad. Pero la tranquilidad duró poco, los indicadores económicos básicos no muestran aun la evolución que se esperaba: el desempleo sigue siendo un flagelo en EEUU y en algunos países de la Unión Europea, mientras que la actividad económica no ha mostrado una evolución satisfactoria. En línea con lo anterior, el dólar sigue perdiendo confianza, llevando a que el oro marque nuevos record y a que el euro se reivindique en relación al billete verde.
La pregunta que surge es si a la Unión Europea le conviene esta reivindicación de su moneda, si esto implica pérdida de competitividad diríamos que no, un fortalecimiento aun mayor del euro podría significar serios problemas para aquellos países de la UE que siguen complicados económicamente. Sólo Alemania ha podido despegarse y mostrar una evolución satisfactoria de su economía y una evidente caída en el desempleo
Si la mejora relativa de una moneda es coyuntural no es problema, pero si es artificial entonces hay un problema. Al respecto, en las últimas semanas se la vio a Alemania muy preocupada, teme que la caída del dólar siga siendo manipulada, generando verdaderos problemas de competitividad para su economía y para la UE en su conjunto (las exportaciones alemanas se dirigen generalmente a la eurozona, pero hay un porcentaje que va a otros lugares en donde el dólar juega un papel clave en términos de competitividad).
Esto no es nuevo, es común que en épocas difíciles los países manipulen su tipo de cambio para darle competitividad a sus productos a costa de perjudicar a otras naciones. El problema está en la respuesta que pueden dar las naciones afectadas vía regulaciones proteccionistas, llevando la situación a verdaderas confrontaciones políticas.
El pasado 18 de octubre se llevó a cabo una reunión en la ciudad china de Shanghai, allí participaron los presidentes de los principales Bancos Centrales del mundo, además de dirigentes del Fondo Monetario Internacional. El eje de dicha reunión fue la latente “guerra de monedas” que se está gestando entre las principales economías del mundo (EEUU, la UE y China). El mismo director del FMI dijo que la recuperación está en peligro si no se mantiene el “espíritu de cooperación internacional que se había fijado para darle batalla a una de las peores crisis económicas de la historia mundial”. El instrumento de devaluaciones artificiales no es óptimo en el mediano plazo, tarde o temprano genera represalias de uno u otro lado.
Algunos países parecen haber entendido lo anterior. China, por su parte, decidió enfriar un poco su economía aumentando su tasa de interés de referencia (en 25 puntos porcentuales) el pasado 20 de octubre, evitando el ingreso de capitales indeseables, conteniendo presiones inflacionarias y respondiendo, indirectamente, a un pedido de los EEUU orientado a que el gigante asiático revalúe unos puntos su moneda.
Brasil también se sumó a la tendencia elevando el tributo al ingreso de capitales por segunda vez consecutiva en nueve días. Mientras que Tailandia, Singapur y Corea del Sur siguen estudiando la manera de mejorar el control sobre los capitales que ingresan a dichos países.
Paradógicamente, EEUU siguió otro rumbo, a pesar de los dichos del presidente del FMI. A principio de este mes anunció, a través del presidente de la FED, un inyección de U$ 600.000 millones al mercado de aquí y hasta el segundo trimestre de 2011, a los fines de mantener el dólar deprimido, asegurando así la recuperación de su economía (aunque sea virtualmente). Con esta medida el dólar consolidó su tendencia bajista y los mercados de commodities y de activos financieros se convirtieron en un festín de subas.
Mientras EEUU mantenga una tasa de interés cercana al 0%, vía inyecciones de liquidez, los flujos de capitales tomarán otros rumbos, y los países emergentes, incluida la Argentina, no quedarán exentos de estos flujos. Un ingreso masivo de capitales suele interpretarse como bueno, siempre considerando la característica de dichos capitales: si estos son de corto plazo es mejor evitar su ingreso.
Varios Ministros de Economía de países emergentes ya dejaron a la luz su preocupación por esta manada de dólares que viene desde la principal economía mundial, la liquidez es excesiva y ese no es un buen dato, o bien, es un buen dato de muy corto plazo.
Los capitales están fluyendo y los emergentes se están convirtiendo en los principales receptores, los altos rendimientos y las buenas expectativas de crecimiento para estos países constituyen los principales puntos de atracción para los inversores con hambre de rendimiento. Pero todo lo que se ve como una fiesta acarrea riesgos importantes: mientras EEUU y la UE mantengan bajas sus tasas de interés todo seguirá igual, cuando sus economías reales despeguen y suban las tasas los buenos aires pueden llegar a cortarse.
Argentina deberá prepararse para un 2011 complicado después de la segunda mitad del año, en donde a la situación financiera mundial se le sumará la incertidumbre por un nuevo proceso electoral con características particulares.
Por Alejandra Raspo