El paternalismo y la ausencia

0
Compartir

La Biblia y el Calefón: Opinión – El final abrupto y desolador de una figura Democrática, descripto por adherentes y opositores como un fiel defensor de sus ideales, ensombrece una vez más la historia argentina, trágica y pasional…
Por Pablo Callejón (pjcallejon@yahoo.com.ar)


El presidencialismo en la Argentina tiene un carácter paternalista. Los mandatarios asumen un rol casi univoco de poder en el que las estructuras parlamentarias y otras instituciones se vislumbran con un status secundario ó condescendiente. La construcción de la figura del Presidente los hace omnipresentes en la vida política, social y económica ó los expone crudamente como inverosímiles representaciones del cargo que ostentan. Es decir, pueden durar 10 años ó ser uno de los cinco que ocuparán el Sillón de Rivadavia en solo una semana. El país de las primeras décadas de la democracia fue ciclotímico y urgente.
Esa visión de quienes ostentaron la presidencia en la Argentina convirtió a Ricardo Alfonsín en el “Padre de la Democracia”, por encima de sus dilemas con el plan Austral, la Hiperinflación, la prepotencia de la oligarquía sindical y su partida antes de tiempo.
Carlos Menem fue sindicado como el “Padre de la Convertibilidad”, capaz de conjugar la estabilidad económica, el crecimiento macro y la modernización de los servicios públicos con la corrupción más grotesca, la desocupación estructural, la pobreza escandalosa, el individualismo como signo del éxito y la impunidad de los indultos.
A Fernando De la Rúa lo desnudó el paternalismo sobre la desilusión mayúscula que significó la Alianza. Al hombre que fugó en helicóptero por sobre la sangre derramada de Plaza de Mayo lo caricaturizaron en una siesta permanente, aunque sus decisiones lo describen como un cínico  indolente frente a la confirmación de las políticas que el pueblo le había pedido que destierre en su gobierno.

“No salimos del infierno, Él nos sacó del infierno” reza un comunicado de la CGT a horas de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. “La Cámpora”, el núcleo juvenil del PJ liderado por el hijo del líder peronista, fue también contundente: “El cuerpo no soportó tanto hombre”.
Néstor Kirchner será recordado como el “Padre de la recuperación económica”, aún cuando muchas de sus decisiones hayan sido una continuidad de los designios impulsados por Eduardo Duhalde y Roberto Lavagna.
En su gestión presidencial, el hombre que llegó con el 23 por ciento de los votos, el porcentaje más bajo obtenido por un candidato victorioso, alcanzó una rápida aprobación popular, profundizó un crecimiento económico a tasas asiáticas, redujo el desempleo y la pobreza, modificó y jerarquizó la Corte Suprema de Justicia, promovió los juicios a los genocidas de la dictadura, recuperó edificios de tortura militar para la memoria colectiva, avanzó sobre el desendeudamiento nacional y actuó de garante en la unificación regional latinoamericana.  Saldo destacado para un gobierno de 4 años que llegó en medio de una crisis social profunda y alcanzó vestigios de mejoría que lograron sesgos de continuidad en manos de su esposa Cristina Fernández.
La postal del jefe del Ejército descolgando el cuadro del dictador y genocida Jorge Rafael Videla y el desplante de Kirchner al ex presidente de Estados Unidos, George Bush, en la cumbre por el ALCA, son registros que definen el perfil histórico del mandato.
Sin embargo, el caudillo santacruceño fue también emblema de divisiones asfixiantes, de la inflación encubierta por estadísticas de ficción  y la acumulación de recursos en la caja centralizada de Olivos para una distribución arbitraria y direccionada de fondos.  Fue el Gobierno que concilió al mismo tiempo con sectores populares y con la estructura rancia de la CGT. El que defenestró las herencias de Menem pero buscó minimizar el escandaloso enriquecimiento de Jaime ó la valija de Uberti.
Es también el Gobierno que levantó las insignias de la productividad mientras se multiplicaba el patrimonio de la pareja presidencial a cuenta de especulaciones inmobiliarias y réditos financieros.

Los Kirchner nunca alcanzaron la aceptación masiva en Río Cuarto y el resto de la Provincia. Córdoba siempre les fue esquiva. Primero Rodríguez Saa y luego Lavagna los despojaron a un tercer ó cuarto lugar en la preferencia del electorado. Néstor llegó por primera vez a la ciudad cuando medía apenas 2 puntos en las encuestas y el Viejo Mercado fue un salón demasiado espacioso para el puñado de militantes que festejó su arribo. Otras dos veces volvió, durante las intendencias de Cantero y Rins, y a fuerza de anuncios quiso comprar voluntades que no aceptaron la oferta.
El punto de inflexión que decidiría la suerte de Néstor y Cristina por estas tierras fue la crisis del campo, un símbolo del modo en que los Kirchner asumían la toma de decisiones.
Las producciones desbordaban soja y dólares en una renta extraordinaria que movilizaba las economías dependientes del sector agropecuario pero también consolidaban una enorme concentración de recursos en los dueños de la tierra.
Con Cristina en el poder y Néstor en las bases se lanzó una fuerte embestida para instaurar “la 125”, una propuesta de retenciones móviles que buscaba diferenciar el rango en los niveles de producción pero que desprendía flaquezas “irreversibles” en sus características técnicas. La imposición sin diálogo ni consenso dispuso que los sectores presumiblemente beneficiados como la Federación Agraria y las organizaciones cooperativas terminaran fusionándose en una extraña alianza con la Sociedad Rural y los líderes más conservadores del Campo Argentino.
Así actuaba Néstor. Con la estrategia de imponer desde la división. Se estaba de uno u otro lado, sin medias tintas. El debate de la ley derivó en cortes de ruta, paralización de economías regionales, freno en las ventas, aumentos especulativos de precios, cruces radicalizados de discursos, marchas y contramarchas, aprietes y el voto no positivo del Cleto más famoso.
La estrategia de fragmentación como recurso político de barricada se impuso como estigma. La necesaria discusión sobre la mercantilización periodística y el interés real de las corporaciones es otro ejemplo de la reactivación de los extremos. Los que encuentran grises entre tanto blanco y negro son considerados blandos, aunque el fondo y la forma revelen camaleónicas expresiones de lo mismo. Así se parecen en su accionar Clarín y 6, 7, 8.
La radicalización de voces y posturas desprendió diversos dogmas que hicieron aún más vulnerable la verdad real. No se perdió libertad de prensa ni se impuso el miedo. Lo que cantó victoria fue la confusión desmedida por la batalla feroz de títulos ensombrecidos ante el recorte viciado de los que seguían el mandato divino del poder político ó económico.

El final abrupto y desolador de una figura Democrática, descripto por adherentes y opositores como un fiel defensor de sus ideales, ensombrece una vez más la historia argentina, trágica y pasional. Néstor Kirchner deja un legado con virtudes elogiables y deudas que no saldan. Su muerte desatará una lucha intestina feroz  en el peronismo y desembocará en un año crucial para el destino del poder en la Argentina.  El cuerpo no pudo seguir el dictamen del hombre fuerte de la política nacional y la patria paternalista se desconsuela en su ausencia.

Commentarios

commentarios

Compartir