“Es curioso lo que pasa con Videla. Está ahí, pero no está. Es como un fantasma. No tiene la onda agresiva que destila Menéndez, ni tampoco su cara de piedra. Es más, cuando algo lo sorprende durante el juicio, hace algún que otro gesto como diciendo eh, pero cómo pudieron hacer eso … Como si recién se enterara y no tuviera la culpa de nada de lo que pasó…”, así describe al ex dictador Jorge Rafael Videla un empleado judicial, en declaraciones publicadas por el matutino PUNTAL.
Videla cumplió 85 años el 2 de agosto en la prisión cordobesa de Bouwer, una cárcel de máxima seguridad , ubicada a 20 kilómetros al sur de esta capital. Su celda es la “primera de la derecha” del pabellón MD2.
Allí, en una celda de dos por tres, Videla tiene un camastro de metal beige empotrado a la pared, una mesita del mismo material y, cerca de la única ventana –cubierta por una chapa c on pequeños orificios–, un inodoro y un lavabo grises. ¿Su paisaje cotidiano? Con voluntad, y la nariz pegada a la chapa, la nada de un descampado que se lleva el viento.
“Se porta muy bien. Es solidario, respetuoso con los demás. Eso sí, mantiene su distancia.
Pero no es altanero y mandón como Menéndez que por ejemplo, hasta que lo dejaron volver a su casa, agarraba el control remoto de la tele, y dale con los partidos de polo”, deslizó uno de los guardias del penal. Eso sí: aún encerrados, mantienen la verticalidad de sus jerarquías . Cuando Videla llegó a Bouwer, Menéndez le cedió la cabecera de la mesa en la que todos comen y lo recibieron cuadrándose marcialmente, haciéndole la venia.
“Videla no molesta. Toma mate cocido, camina, es educado y hasta se lo ha visto barriendo . ¿Menéndez? No, él no toca la escoba…”, contó otro guardia. Es más, se sabe que el ex jefe del Tercer Cuerpo llegó a tener “su propia oficina” en una de las celdas vacías. Por su antiguedad en Bouwer, o por la vieja rivalidad con Videla, sería él quien manda en lo que los guardias y presos llaman “el D3”.
Según algunos de los defensores, si bien el ex presidente de facto no acepta notas con periodistas, sí “ha recibido a jóvenes o a personas que pidieron visitarlo y lo admiran”. Incluso, aceptó que su defensora de oficio sea una mujer nacida en los 70.
Su esposa y dos de sus siete hijos lo visitan a menudo. Cada semana le llegan “los medicamentos oncológicos para su tratamiento de próstata” . Lee “libros religiosos” y, una vez cada siete días, “lo va a ver un capellán del Tercer Cuerpo de Ejército”, a quien prefirió en lugar del de la prisión.
“Cierto, no son presos comunes, pero no tienen privilegios”, aseguró a Clarín un funcionario penitenciario, aunque admitió que “por la edad y los achaques de algunos, hay que cocinarles dietas especiales y estar atentos con los médicos”.
Un preso que tuvo que ir a declarar a los tribunales, lo refutó quejoso : “¿Que somos todos iguales? Pero no… Si ellos comen pollo y otras cosas ricas, y a nosotros nos dan esas sopas con un fideo de vez en cuando”.
En las últimas semanas, Videla ya no se duerme en el juicio. Dicen que ha decidido retirarse a la sala contigua “para evitar el papelón de dormirse de nuevo y salir fotografiado en los diarios”.
Moviéndose como una sombra y en la parábola de su vida, el hombre cuyo régimen desapareció a miles de personas, intenta ahora ser invisible
Fuente: Clarín.