Un preso norteamericano de 70 años se ahorcó para evitar la inyección letal como parte de su condena. Sin embargo, el juez había cambiado su pena a cadena perpetua
El caso parece una burla, pero es real. George Smithey, de 70 años, ató las sábanas de su cama a los barrotes de la celda para colgarse y se mató antes de enterarse que su condena ya no sería la pena de muerte sino cadena perpetua