La toma de decisiones de gran parte de las empresas que comercializan sus productos con el exterior, en general, se encuentra dominada fuertemente por la evolución del valor de las monedas de aquellos países que se encuentran en el ranking comercial con nuestro país. Esto es así, dado que, la cultura empresaria argentina, tiene incorporada la idea que existe una relación causal y definitiva entre la competitividad y el tipo de cambio.
Durante el mes de enero, el real, la moneda de nuestro principal socio comercial, sufrió una devaluación cercana al 8 por ciento. Así, retrocedió luego de haber acumulado una apreciación del 33% a lo largo de 2009. La explicación de este repentino cambio de rumbo se puede encontrar en un contexto de crisis europea, el dólar comenzó a encarecerse, lo que implica una devaluación de algunas monedas, entre ellas las de países emergentes (como es el caso de Brasil).
Lo que sucedió en un solo mes en nuestro vecino país alcanzó para que el debate sobre el valor del peso vuelva a estar en el tapete. Principalmente alcanzó para reavivar los miedos de una parte de la industria, que depende de un tipo de cambio ultracompetitivo para poder salir al exterior o para hacer frente a las importaciones. Pero, teniendo en cuenta la mayoría de las estimaciones, ¿es justificado el temor por la posible devaluación de Brasil y su posible impacto en la competitividad nacional? Y aún más, ¿se puede depender que el valor de la moneda sea el principal factor de competitividad de los productos locales?
Los industriales fueron los primeros en mostrar su preocupación ante la evolución del real en enero. Raúl Zylbersztein, secretario general de la Confederación General Empresaria de la República Argentina (CEGERA), aseguró que “todo lo que está pasando con el real es muy negativo cuando los industriales queremos hacer negocios con Brasil”. En este contexto, aseguró que ya hubo empresarios de la CEGERA que perdieron algunos negocios en Brasil por estas oscilaciones que cambian el “mapa” del tipo de cambio. Pero ¿es justificado este temor por la volatilidad de los tipos de cambio? Según la mayoría de los analistas no lo es. Las proyecciones son bastante alentadoras para la Argentina, ya que por el momento nadie habla de un nivel de 2,10 reales por billete verde, el punto de inflexión que sí causaría daño al comercio exterior argentino (hoy se encuentra en torno a los 2,06 ).
Sin embargo, con esta visión de competitividad, hay otras variables que marcarán qué tan competitivos serán los productos nacionales a la hora de exportarlos o de hacer frente a lo importado: la suba de precios doméstica y brasileña. Según la consultora Prefinex, la inflación argentina se ubicaría, como mínimo, en un 20%, mientras que la de Brasil no superaría el 5%, lo cual provocaría una pérdida de competitividad en términos reales dejando una brecha de 15 puntos a favor del país vecino. De este modo, desde la consultora estiman que como política destinada a ganar terreno frente a Brasil se necesitaría un tipo de cambio hacia fin de año orillando los 4,30 pesos por dólar, lo que implicaría una devaluación del 11% con respecto a su valor actual.
Pero es aquí donde se abren nuevos y viejos interrogantes. ¿Se puede depender que el valor de la moneda sea el principal factor de competitividad de los productos locales? ¿Se puede esperar que variables que no podemos controlar, tales como el valor del real y la inflación brasilera, sean las que guíen el rumbo de las políticas de tipo de cambio y determine el humor de los empresarios? ¿Es sustentable continuar por este camino?
El verdadero problema en cuanto a la competitividad pareciera ser que nuestro país no está en condiciones de competir en condiciones iguales con Brasil. Desde estructura de capital e inversiones definitivamente estamos más atrasados que ellos. Es por esto que el crecimiento del comercio exterior argentino requiere para su eficiencia una fuerte inversión en infraestructura logística. Esto supone además de la mejora del transporte interno en el ámbito nacional (atendiendo especialmente a la cuestión ferroviaria, y no ciertamente al tren bala), la disponibilidad funcional de depósitos fiscales, centros de distribución, centros de transferencias de cargas y zonas de actividad logística entre otras. Hoy en día los costos logísticos limitan la competitividad exportadora. La falta de disponibilidad de crédito para financiar y prefinanciar las exportaciones es otro de los factores claves a tener en cuenta en la búsqueda de diversificación de los envíos al extranjero. Todas estas son sólo ideas de cómo crecer dependiendo de variables que podemos controlar y que a largo plazo determinan la verdadera competitividad nacional.
Ariel Palmero
Esta es una publicación de Fundación EGE con la colaboración de Ariel Palmero, miembro de Fundación EGE- comex@fundacionege.org