Tras la suspensión transitoria de las medidas de fuerza del campo han quedado varios temas para la reflexión. En primer lugar, resulta sorprendente observar ahora el clamor por la defensa de las Provincias. Por el Federalismo. Por la división de poderes. Ha quedado patente el debilitamiento de los Gobernadores y el carácter personalista y centralizado del poder ejecutivo.
De repente, aparece nítido el papel triste de legisladores silenciosos que han transformado lo que debe ser una honrosa misión en un ritual sumiso. Nada nuevo por supuesto. La población podía escasamente esperar otra cosa cuando la candidata oficial despreciaba a la nación al ignorarla, durante toda la campaña electoral mediante costosas giras al extranjero, cuyas naciones por supuesto, no sufren hoy sus medidas prepotentes.
Allá hablaba en Inglés. Aquí miraba en silencio los glaciales en su encierro del Calafate. Parecía en búsqueda de su propio interior cosificando a quienes luego la votarían masivamente. Una suerte de autoflagelación política de los Argentinos y de subordinación hacia quien los ignoraba. Ahora todo eso terminó. La reacción es una avalancha. Lo cierto es que el cambio ha sido el resultado del conflicto. El enfrentamiento entre el Gobierno y la clase agropecuaria logró lo que mil editoriales no pudieron, sacar de la hipnosis al país. Despertar del letargo que ha sido duro. No sólo porque muestra la dureza del modelo económico que se agota en una inflación rampante, sino porque recuerda que los ajustes postergados por el propio ex presidente y esposo de la mandataria actual empieza a ser más difícil de lo esperado. El cambio provocado por el conflicto social vivido ha catalizado una pérdida de capital político del matrimonio Kirchner que alarma al pensar que el segundo período recién empieza.
Dicho esto, preocupa nuevamente la estrechez de la crítica personalizada de la oposición. Ahora se despedaza a la Presidenta por las joyas caras que utiliza en cada presentación de sus teatrales discursos. Se recuerda la forma rápida de amasar fortuna de quienes tuvieron que abandonar su propia Provincia por el rechazo social que generaron. Se enfoca la torpeza de una mujer que lejos de armonizar los intereses confundió situaciones distintas, acusando de golpistas a pequeños productores, mientras hacía homogéneas situaciones que eran radicalmente diferentes. Otros más piadosos del propio grupo político oficialista apuntan hacia el Ministro Coordinador queriendo poner el fusible que la propia Presidenta decidió no tener.
En todo caso el problema es más grave que la simple ineptitud del elenco gobernante. Requiere que Argentina empiece a movilizar sus mejores hombres para solucionar sus problemas. Como bien ha señalado el Dr Salvador Trever tenemos 50 años sin poder acordar criterios para la distribución de los impuestos coparticipados. El país, dice el renombrado catedrático, llevó a la jerarquía constitucional con la reforma de 1994 un cepo que hoy impide avanzar. Estableció que cualquier variación del régimen de la ley 23.548 requiera un previo convenio que incluya a Nación y todas las Provincias y que cada Jurisdicción apruebe por ley lo acordado. Caso contrario nada vale. La reforma constitucional, en otras palabras dio a una sola jurisdicción el poder de veto sobre cualquier acuerdo trabajosamente logrado. ¿Cual es entonces el peligro actual? Que se confundan nuevamente las cosas. Que no se vea la magnitud de las dificultades. Así, como no se trata apenas de protestar con cacerolas por un día para luego caer en la apatía política continua, tampoco se debe reducir el problema a la sola crítica despiadada a la Presidenta de turno. De lo que se trata, es de armar una institucionalidad que se precie. De reforzar el Congreso y la división de poderes. De buscar los mejores expertos para que la búsqueda del consenso se base sobre la disputa de argumentos y de ideas y no solamente en pasiones ideológicas extraviadas. El conflicto social ha permitido ver muchas cosas claras. Básicamente los problemas que hay que resolver. Lo difícil ahora, será encontrar las soluciones.
Dr Roberto Tafani