La Biblia y el Calefón – La política de la abundancia

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La trama de cómo se condicionan obras y aportes para servicios básicos a cambio de apoyos incondicionales. El quiebre en la relación entre el gobernador Juan Schiaretti y el gobierno nacional expone abruptamente la estrategia de concentración de recursos y el reclamo de alineamientos a la Caja. El dudoso beneficio para Rins tras convertirse en el intendente radical más kirchnerista del interior.  Como se anuncian una y mil veces obras que nunca llegan. El costo de ser K y las consecuencias por no serlo. 

Por Pablo Callejón – Tres sensaciones se instalaron con fuerza en el debate por las declaraciones del gobernador Juan Schiaretti y su ministro de Obras Públicas, Hugo Testa, quienes advirtieron que irán la Justicia si el gobierno nacional no cumple con el envío de los fondos prometidos para el mejoramiento de rutas y la construcción de viviendas.
La primera, destaca que Schiaretti dio una fuerte señal al gobierno nacional. El planteo habría sido golpear para después negociar, con la certeza de ser «el único» dirigente  a quien podría apelar el kirchnerismo en el distante contexto político de Córdoba.  .
Una mala jugada con un alto costo personal es la segunda alternativa. La argumentación es que Schiaretti no midió consecuencias y decidió ratificar la ruptura con la gestión K, una opción que ni el propio José Manuel de la Sota se aventuró a realizar.
La tercera posibilidad surge de la propia debilidad del gobierno provincial y el resguardo en el sustento interno. El mandatario cordobés llegó al poder con el aporte de una exigua diferencia de votos e inmerso en las denuncias de fraude de Luís Juez. Realizó una pésima elección en la capital pero el interior ratificó fidelidad y Schiaretti no está dispuesto a perder ese respaldo. A esta compleja realidad se suma la presión, constante e indefinida, del ex gobernador De la Sota que amenazó con dejarlo solo si se sumaba a la postura de Cristina Fernández en el paro agropecuario.
Alguna de estas variables de opinión puede ser la correcta, o quizás lo sean todas. Schiaretti depende de las arcas de la Nación para cumplir con la obra pública prometida y hasta ahora solo recibió dinero en cuentagotas.
Una experiencia cercana nos revela que el alineamiento sin condicionamientos no es garantía de solidaria retribución. Antonio Rins se convirtió en uno de los más fervientes defensores del modelo K y desde el radicalismo impulsó al sector que llevó a Julio Cobos a la vicepresidencia.
Lejos de lo esperado, Rins pagó el alto costo de reproducir la promesa de construcción de 2.500 viviendas con fondos de la Nación y de un sinnúmero de obras viales y de servicios que nunca llegaron. Con los K nada es suficiente.
No intento, sin embargo, hacer mera alusión a la confrontación o el sometimiento de los dirigentes cordobeses. La verdadera razón para reflexionar sobre esta crisis entre la Provincia y el gobierno nacional es la irritante metodología de coerción sustentada en el poder económico de quienes son «dueños» de la caja.
No es a Schiaretti a quien Cristina le niega los fondos, aunque lo crea. No es a Rins a quien le escatima aportes, aunque lo piense. El golpe certero e inequívoco es hacia los propios cordobeses: los 16 mil que esperan por viviendas en la Provincia y los 6 mil afectados en Río Cuarto, los millones que transitan rutas intransitables y los que mueren por accidentes prevenibles.
La mezquina estrategia de dar disponibilidad a los fondos según un estricto parecer partidario o de relaciones personales no es invención del estilo Kirchner pero se profundizó con el ex presidente. Se trata de un modelo que edifica las relaciones desde la dependencia de la recaudación central, sustentada en gran parte por las no coparticipables retenciones.
Un país normal se erige por condiciones igualitarias y normas institucionales claras. El manejo discrecional de los recursos de algunos y el penoso peregrinar de otros plantea una opción injusta y reprochable. Las disputas de quienes ostentan el poder no puede ser la excusa para que el costo lo paguen los derrotados de siempre.
No se trata solo de piquetes y guerras gauchas. Esta, es la política de la abundancia.

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