El lunes 4 de Febrero, hubo un fenómeno mundial de rechazo a la guerrilla colombiana (FARC). Millones de personas salieron a repudiar sus métodos violentos en todo el mundo. Lo impactante, además de la masiva movilización, fue el origen de la misma. Por increíble que parezca, todo empieza con una iniciativa individual en Internet. Una propuesta que fue ganando adeptos y apoyos personales e institucionales. Al final, el espacio virtual dio lugar a una manifestación cívica en el espacio real global. Lejos de sustituir la realidad, el espacio virtual se convirtió en un poderoso medio de organización social para la manifestación política.
Esto tiene una importante significación sociológica. ¿No era acaso según algunos pensadores que la nueva realidad de la sociedad de la información estaba licuando la política? ¿Qué ya no había forma de detener el vaciamiento de los partidos y la imposición del uso del dinero para manejar el poder? ¿Qué la vida se traducía a un mero consumo de imágenes que sustituía el pensamiento, la palabra y la acción? Lo ocurrido muestra una nueva realidad. El enorme potencial de la sociedad red para empoderar a la sociedad civil. Para darle convocatoria a las buenas ideas. Así como Internet, se potenció inicialmente por el interés en la pornografía, ahora esta herramienta pone en manos de los ciudadanos del mundo un potencial de organización y acción política impensada en el pasado cercano. Recordemos brevemente entonces, como la sociología ha vinculado la comunicación electrónica con los mecanismos de control social y la conducta política.
Desde hace años se habla de la sociedad red. La sociedad del espacio virtual. La nueva realidad donde las relaciones humanas se reemplazan apenas por conexiones frágiles y transitorias y donde las personas parecen vivir “con” pero al mismo tiempo “sin” otros. David Riesman hablaba de una multitud solitaria. Una nueva forma de convivir donde las personas se vinculan a través de los medios electrónicos y “sienten” la compañía del otro pese a que no están junto a él.
El planteo de Riesman era interesante. Afirmaba que el sistema de control social estaba ante una nueva etapa de su evolución. A su entender en una primera fase, las personas eran mantenidas obedientes al orden social y el poder político mediante mecanismos represivos externos a la persona. En esa fase, quien no se sometía a las estructuras de poder establecidas era directamente controlado mediante los mecanismos de la violencia oficial. Posteriormente, en una segunda etapa, el control social pasa a ser más sutil. Las personas son disciplinadas mediante la socialización, esto es, la incorporación de normas de conducta que controlan a la persona desde su propia personalidad. La culpa, el ridículo, la autodisciplina, las pautas y valores “propios” internalizados dislocan el control desde afuera de la persona hacia su propio interior. La escuela que fomenta la obediencia y el entrenamiento para el trabajo duro son mecanismos que complementan la educación rígida familiar.
En la época de la sociedad red, las cosas cambian una vez más. El control se disloca nuevamente hacia el exterior de las personas. Es una nueva etapa donde las personas han profundizado su propio proceso de individualización social. Donde la soledad humana gana terreno. En un contexto de alta secularización, la angustia generada por la conciencia de una vida finita en un universo infinito causa estragos en la seguridad personal. La conciencia de la “otredad” de la materia viviente, de la profunda soledad que genera la separación de los otros y la búsqueda de mecanismos de superación de dicha soledad se vuelven atributos permanentes de la existencia diaria. Las personas sienten ser una chispa entre dos oscuridades. Aparece lo que algunos llaman el terror cósmico. La sensación de insignificancia.
Al mismo tiempo cuando la inseguridad se potencia, la crisis personal se magnifica y la creación de significado se vuelva más compleja, la propia sociedad red genera una apariencia de refugio y seguridad. Ahora las personas viven en el espacio virtual interactuando con una sensación de “mayor control” por no estar sometidos a la presión de enfrentar seres profundamente cargados de emociones existenciales. El otro está “ahí” pero la red y el teclado filtran las señales interactivas no deseadas. La sociedad virtual permite ocultar el lenguaje corporal. Permite recrear atributos personales existentes en la fantasía del sujeto y construir la realidad interactiva como si ellos fueran reales. Ahora, diría Riesman las personas buscan espacios reales de agrupación para recuperar parte de la sociabilidad real perdida. Se asocian a grupos de intereses comunes. Sociedades deportivas. Otros cultivan intereses que van desde la fotografía a los grupos de amigos en bares y confiterias. Aparecen lugares públicos que casi son privatizados por los individuos. Que los tienen como habitués. Donde van a ver personas reales, y donde el deseo es no ser rechazado. Es la forma de hacer terapia que aleje el fantasma de la existencia corta, temporaria, frágil y carente de sentido eterno.
El punto central de David Riesman entonces, es que en la era de la multitud solitaria las actitudes políticas dejan de radicalizarse. Se eliminan los extremos. Lo que las personas quieren es no ser rechazadas y por ende buscan tomar posiciones más centristas. Hay una fuerte conciencia de que los otros pueden reafirmar la propia persona o por el contrario someterlo a una soledad mayor que la del espacio virtual.
¿Qué es entonces lo que significa la reciente movilización contra la violencia de la guerrilla colombiana a través de la convocatoria de un inter-nauta solitario en la red? Significa que es posible fomentar la única salida válida de la soledad existencial, la práctica de la solidaridad, el altruismo y el amor. Que es posible enfrentar políticamente a quienes han digitado y manipulado por demasiado tiempo a las personas comunes. Que ahora, no hace falta la convocatoria de una persona famosa (recordar por ejemplo Bernardo Neustadt y su plaza del sí en los 90s) para provocar hechos importantes. Que está ocurriendo la democratización de la política desde la sociedad civil. Que si se leen bien estas señales, podemos estar en la antesala de un movimiento que dejara a los políticos miopes y que usan el dinero, la mentira y la desfachatez desnudos ante la capacidad de una ciudadanía global que está empezando a ponerse de pié. Realmente un vendaval de optimismo para quienes quieran ver la gran revolución social que está ocurriendo frente a nuestros propios ojos.
Roberto Tafani