Al hablar de discriminación seria pertinente en primer lugar, saber de donde procede el término desde el punto de vista etimológico. Discriminar es separar, por ejemplo, lo bueno de lo malo, metafóricamente separar la paja del trigo…etc.
¿Qué esta pasando en nuestra sociedad que hace uso y práctica de la discriminación como una especie de poder de verdad?, que si lo analizamos profundamente no está fundado en construcciones sólidas, sino en modelos coyunturales débiles, pero que movilizan los valores y las creencias de esta sociedad donde el tener y el pertenecer implica un aparente privilegio, donde no incluye aquellos sin esos beneficios.
Un profundo análisis sobre hechos y modelos conceptuales de hoy, tan variables tendiendo en cuenta la sociedad inmediata y efímera construida con esos valores, dan una aparente marca de legitimidad para un sector seudo poderoso de nuestra sociedad.
Sabemos perfectamente a través de la historia de disputas por la liberación e igualdad de los seres humanos como han luchado, y continúan aún luchando hoy por esas conquistas, sin distinción de sexo, ideologías, creencias religiosas y en diferentes culturas. Es diaria la lucha que se lleva a cabo por parte de instituciones, organismos no gubernamentales (ONGs) y toda la sociedad sensata y con apertura a la diversidad. Cabría entonces preguntarse…
¿Qué esta pasando con ciertas conductas antisociales que existieron siempre, pero que hoy se ponen y se exponen ante nuestros jóvenes como la diferencia para acceder a las discos pubs, etc… Se esta exponiendo hoy mas que nunca hechos de separación y denigración de jóvenes, que no cumplen con los modelos y estereotipos estipulados por el mercado económico vigente.
Y aquí sería bueno hablar de cual es el modelo aceptado. Como en todas la sociedades actuales hay un mayor control sobre los jóvenes en el mercado de la diversión, a través de modelos estereotipados que muestran una aparente fuerza y que se han enraizado en nuestras sociedades de consumo. Nuestros jóvenes explican sobre ciertas diferencias de presentación, en las que ponen el acento los portadores casuales del poder, ante el acceso a esos espacios de entretenimientos, en algunos de los casos, por ejemplo, teniendo en cuenta el tipo de colegio del joven, discriminando si es de gestión pública o privada, según lo expresado en los medios por los mismos.
Lo bueno de toda esta problemática que siempre existió, es que hoy expresa marcadamente la fragmentación que atraviesa nuestra sociedad, y alienta a generar el debate en el espacio aúlico, para reflexionar acerca de estos hechos. No hay que ocultarlos, hay que exponerlos, y a partir del debate es que pueden surgir líneas inteligentes de acción, para evitar que estas actitudes se vuelvan crónicas.
Sabemos de la complicidad que existen en ciertos espacios públicos, donde se favorecen por conveniencia, status o moda, que llevan como modelo imperante lo estético, lo material, el grupo de pertenencia y determinadas marcas que condicionan el estar incluido o no estar en la lista de preferencia.
Depende de nuestra sociedad y del accionar de los adultos mostrar y derribar estos modelos tan snobistas como precarios pero que estigmatizan a ciertos grupos diferentes al modelo que algunos adultos quieren hacer prevalecer.
Mientras no desaparezca este concepto discriminatorio propio de ésta pos- modernidad globalizada, para mí, no “civilizada”, no podrá comenzar a desarrollarse íntegramente la futura generación de nuestros jóvenes tan vapuleada en todos los niveles.
Por último, no quiero omitir mi protesta contra esas discriminaciones superficiales e insustanciales, que vienen a menospreciar a jóvenes, fundando la superioridad de una persona por sobre otra en cosas meramente de corteza, y que intentan hacer gravitar a nuestra civilización, principalmente como solo apariencias y comodidades de la vida material, coherentes con un mundo donde predomina lo absurdo.
LIC ELENA FARAH