Hijos solos, alumnos solos

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Las cuestiones relativas a la convivencia, en los establecimientos educativos, atraviesan toda la vida institucional, al conjunto de sus dimensiones y conciernen a la totalidad de sus actores.

Hablar de reglas y convivencia remite a cuestiones de la disciplina, a lo permitido y lo prohibido, así como a las sanciones que corresponden a la norma.

 

 

A su vez, generalmente se asocia disciplina a alumnos, olvidando que ella concierne a todos los actores: alumnos, docentes y padres. Antes de continuar me parece pertinente preguntarnos: ¿Cómo definimos las normas de convivencia’?

Las normas de convivencia no son otra cosa que el necesario conjunto de reglas pautadas dentro de un pacto de libertades consensuadas por todos los actores, y que permiten, posibilitan y regulan los intercambios entre los diferentes protagonistas que comparten una actividad.

Toda esta introducción viene al caso, por los datos que se obtuvieron en varias investigaciones sobre la preocupación que se ha instalado desde hace tiempo en las instituciones educativas, ante el significativo avance de conductas problemáticas que alteran el proceso  de enriquecimiento del aprendizaje y convivencia.

Uno de los indicadores que mas afecta a esta problemática es la ausencia de participación y preocupación de las familias hacia sus hijos en esta etapa de la vida.

La conclusión de los investigadores y protagonistas de los hechos, definen que los alumnos están solos, aislados de sus padres en este vínculo que debería ser rico y productivo entre familia y escuela.

Toda esta situación afecta a los jóvenes y perciben la soledad en que se encuentran para poder compartir sus dudas, inquietudes e interrogantes que se instalan en sus conciencias. .

De esta manera se expresan docentes, profesores y directivos para definir el modelo de participación y convivencia de las escuelas.

Los mismos acuden a equipos de orientación, cuando los tienen, o tratan con esfuerzo y dedicación escuchar lo que debe decirse en las casa.

Estamos en presencia de familias ausentes, con vocación de estar activamente pasivas y en consecuencia tenemos…alumnos solos.

No depositemos en la escuela mas conflictos de las que ya poseen, y veamos la realidad actual: agresión, falta de cumplimiento de reglas, pautas y ausencia de un agradable clima áulico, perjudican la convivencia y la disciplina. La escuela sola no debe hacerse cargo de los hijos de familias disfuncionales, y resolver sola los conflictos que tiene que ver con los que se manifiestan en la escuela.

¿Que esta pasando con estos padres que se olvidan de mirar a sus hijos y comprometerse con el rol ocupándose y participando en este proceso?

Para mí la escuela es el espejo de lo que ocurre en la sociedad, donde la familia es su representante nuclear. Por lo cual, si tenemos hijos solos…tendremos alumnos solos, si tenemos conflictos familiares sin resolver…tendremos conflictos en el aula sin resolver. Si los padres, por desorientación o por falta de interés no establecen una buena relación con sus hijos…tendremos alumnos con serias fallas en la comunicación, en la interacción, con serias dificultades para construir vínculos. Todo esto fomenta una baja autoestima, entre otras cosas, fundamental para una positiva relación con sus pares y docentes.

Estoy queriendo decir que es necesario construir una convivencia primaria satisfactoria, para que en la segunda etapa del desarrollo (al que llamo parto social) que es la escolar, puede continuarse enriqueciéndose con nuevas experiencias sociales y no quedar bloqueadas, por déficit de habilidades básicas, que los padres debieron enseñar a construir.

Hoy toda actividad humana es compleja, por lo cual sino integramos fehaciente y prácticamente a la familia a la educación, no podremos comprender lo que está pasando con esos niños y jóvenes problemáticos, por su soledad, y que recién se hacen visibles cuando se producen acontecimientos importantes dentro de los establecimientos.

Tenemos que elegir claramente qué queremos. ¿Y eso se lo pediremos a la escuela?

¿Perales u olmos? Hay que optar. El discurso que no coincide con la realidad pero que luego le pide resultados reales es un discurso delirante.

Y conviene recordar que los únicos que soportan a partir de todo esto son nuestros alumnos-hijos.

LIC ELENA FARAH

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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