¿Que está pasando con el alcohol en nuestro medio ambiente rural?

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¿Que está pasando con el alcohol en nuestro medio ambiente rural?.  En principio diríamos que quienes habitan nuestra comunidad urbano-rural, son personas que comparten principalmente un estilo de vida y se ajustan a definidas pautas de comportamientos costumbristas, solitarias y varias veces rutinarias Sus valores más enfatizados que he advertido es la religiosidad, los mitos folklóricos y la familiaridad rondando lo “aglutinante”; dentro de lo cual surge su rasgo preponderante: el tradicionalismo a rajatabla.

Esto trae aparejado un inconveniente, un temor básico: la dificultad de adecuación a los cambios abruptos y vertiginosos de la sociedad actual, lo que lo lleva a aferrarse a la necesidad de tener los mismos grupos de pertenencia, por ejemplo como algunos lo tienen en el deporte, otros por el lugar donde vida o el status social donde viven; y otros como la temática que estamos abordando, grupos que comparten el beber en exceso. 
En gran medida el alcohol, al igual que el mate podríamos inscribirlos como una pauta cultural de comunicabilidad. Yo diría más como elementos intermediarios que encubre la incapacidad de un diálogo directo, en donde dichos mecanismos tendrían que ser complementarios mas que mediadores.
Es que en este medio urbano-rural como el nuestro, el vino cumple ese rol de ceremonial y ritual de encuentro, “favoreciendo” la comunicación en celebraciones (el típico asado), pero también como muy significativo, la necesidad de rellenar un espacio y tiempo hueco, o como llamamos nosotros un “ocio vacío”, y que también específicamente colabora a elevar el abuso de vino y de bebidas blancas. Por detrás de todo esto, en la consulta especializada enmascarado por el alcoholismo, se observa una tendencia muy marcada de un vacío existencial fomentado por el contexto geográfico poco incentivador y repetido, en donde todo pasa por encuentros rutinarios instalados, casi siempre con la concurrencia de las mismas personas en las que ya se sabe como piensan, que es lo que van a decir, que y cuanto toma. En varios casos he percibido la presencia de un desaliento y agobio, motivado por la dificultad de producir un cambio en la dirección de sus vidas, un giro que lo lleve a descubrir algo nuevo o diferente. Este conflicto se trasluce en síntomas de angustia y tristeza, el encontrarse con una gran soledad interior, descubriendo en sí mismo como va dejando transcurrir su vida en forma insignificante.
La familia patriarcal -el padre como eje- característica de estas comunidades, constituye el centro en el cual giran los integrantes de la familia, y es donde se exponen las debilidades y sus fallas, provocando verdaderas disfunciones familiares (familias que funcionan, pero que funcionan en forma distorsionadas). En estos casos, he observado que el beber en exceso alcohol cumple una función“narcotizante” de estas problemáticas, lo que hace que muchas veces concurran tardíamente a la consulta. Cuando concurren, en general, es porque  se han producido acontecimientos extremos que llevan a la pérdida de estabilidad de la salud de la persona o al temor de pérdida relacional con el resto de la familia.  
No habría que esperar que ocurran  estos sucesos tan dolorosos y dificultosos para resolver, sino anticipar que actitudes como la de beber en exceso no lleva a la resolución de sus molestias, sino el acrecentamiento de las mismas, y que acentúan las sensaciones de impotencia al cambio y las angustias de su futuro.
Para concluir, no debemos perder de vista al alcohol desde que se exprimió la primera uva, o cuando se puso en funcionamiento la primera tinaja, ya que siempre ha sido un gran negocio controlado por unos pocos. Es que el alcohol también tiene un precio, un impuesto podríamos decir, y no me estoy refiriendo a su costo económico, como se imaginarán, sino al costo personal y familiar. Como dice un viejo refrán vasco “bueno es el vino, si se bebe como se debe”. Porque quien no sabe beber, además de no reconocer que no sabe beber, es en definitiva un agobio para él y para todo el mundo que lo rodea.
Claro pero que ¿Qué es saber beber? He aquí la cuestión que nadie va a saber explicarnos en la auténtica medida de nuestras necesidades. Tendremos que resolver el asunto por nosotros mismos, quizás haciendo surgir a ese dios que todos llevamos dentro sí mismo, o a ese demonio que generalmente tendemos a esconder en lo más profundo también de nosotros mismos, porque puede darnos auténticos sobresaltos dolorosos para nuestra existencia humana como lo relatado.

DR EDUARDO MEDINA BISIACH

 MASTER EN ADICCIONES

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