Voy a compartir con ustedes esta nota, coincidiendo con los modelos conceptuales acerca de la posición actual de la psiquiatría de la Dra. Andrea Lope Mato, en cuanto integrar las influencias de las condiciones de vida y la cultura en la salud mental de las personas, y sobre la patología psiquiátrica.
Coincidiendo con ella diríamos que, para “una salud mental apropiada se necesita más que un cerebro sano o una genética apropiada o un balance proporcionado de todos los sistemas del organismo”.
Se necesitan además condiciones sociales adecuadas, ambiente vincular y grupal de afecto y contención, necesidades básicas satisfechas e ideales personales y sociales permanentes. Una grieta en cualquiera de estos condicionantes puede inducir una patología mental. El “distress” por ejemplo, se produce cuando las condiciones culturales desfavorables nos llevan a ese desequilibrio. Se pierden mecanismos homeostáticos (reguladores) de control, y esto lleva a la expresión de vulnerabilidad (heredada) a distintas enfermedades, no solo mentales sino en su expresión somática (ulceras, asma, psoriasis, etc). Si nosotros consideramos así las patologías, van a variar las perspectivas de abordaje de las mismas.
Todo abordaje debe ser interdisciplinario, a lo que ampliaría a transdisciplinario. Ya no podemos continuar con divisiones arbitrarias tanto conceptuales como concretas. Solamente la unión de especialistas en equipos transdisciplinarios, nos permite pensar cualquier enfermedad en forma correcta. Se sustenta en distintos enfoques que reflexionen sobre las diferencias buscando probables similitudes, proporcionando así el único medio para acercarnos a la búsqueda de diagnósticos más certeros. Es mi opinión que es obtuso y cerrado el hecho de “rotular o etiquetar” a los pacientes como exigencia, y en esto no coincidimos con la investigadora. Es más importante en lo posible, mantener una formación amplia y actualizada. Es tan difícil entender algunos “significantes” y “mecanismos de defensa” psicoanalíticos como comprender la química del carbono.
Creo, junto con Lope Mato, que los conocimientos actuales permiten superar el dualismo mente-cuerpo. No podemos sostener todavía el dualismo mente/cuerpo si estamos hablando de sistemas integradores. La posición actual sobre la dualidad cartesiana es que el cerebro humano y el resto del cuerpo constituyen un organismo indisociable, indivisible e integrado mediante circuitos regulatorios nerviosos y bioquímicos mutuamente interactivos y que el organismo interactúa con el entorno como un conjunto. La mayor complejidad de esta interacción radica en el hecho que el entorno, con las circunstancias es o son parcialmente productos de la actividad misma del organismo en su conjunto. La mente surge como parte del cuerpo para poder integrar lo que siento y pienso, con como actúo desde y hacia el medio ambiente con el cual interacciono.
Si superamos el problema de la dualidad mente-cuerpo, surge el cuestionamiento de donde ubicar el espíritu. El espíritu o la energía vital para otras concepciones, es coincidiendo con Lope Mato, un producto que trasciende esta integración Para algunos, es solamente un “producto de la mente para tratar de aprehender lo no comprensible de los fenómenos que nos circundan; para otros es un ente mas allá de nuestra existencia que proviene del ecosistema que nos circunda” y además, según muchos pensadores, nos trasciende en la eternidad cósmica. Cuerpo, mente, espíritu en el orden que cada uno quiera darles acorde con su sistema de creencias están indisolublemente integrados en mi persona como ser único e irrepetible. Yo soy persona por lo que siento, por lo que pienso, por lo que actúo y por lo que creo o dejo de creer.
Ante todo lo expuesto, la pregunta sería, ¿Qué condiciones tiene que tener un especialista en salud mental en este siglo XXI? ¿Serán las mismas que los psiquiatras de todos los siglos?. Creo que debería afianzar su capacidad de escucha, capacidad de comprensión, capacidad de empatía y por supuesto capacidad de diagnóstico y conocimientos actualizados terapéuticos. Obviamente los adelantos de la neurociencia y de la farmacología, hace que deba estar en aprendizaje permanente pero las otras condiciones no se aprenden, se nace con ellas y se las enriquece en el ejercicio permanente de la relación médico paciente que es inter.-accional como toda relación humana. La actitud de encuentro y entrega es atemporal. Por eso debe todo profesional, como me dijo un paciente, no quedarse en su reduccionismo científico, pues no es confiable, “yo confiaría en aquel que también vaya a conciertos, exposiciones de arte, leyera buenos libros o, en síntesis, enriqueciera también su espíritu”.
DR EDUARDO MEDINA BISIACH